martes, 18 de agosto de 2009

La antigua guerra a muerte contra el mapuche

Tito Tricot Socólogo,director del Centro de estudios de América Latina y el Caribe
(CEALC).

Dicen los que saben que los más antiguos de los antiguos estaban hechos de lluvia azul. Y así caminaban por el mundo, pintando mariposas y océanos sin pausa, descansando sólo en las noches más oscuras alumbrándose de luciérnagas tiernas. Algunos dicen que, en realidad, eran dioses orlados de viento que buscaban la mejor tierralagmien mapuche.





Toda esta tierra es tuya, le susurraron con fuego para que jamás nunca se le olvidara, ni a sus hijos, ni a los hijos de sus hijos. Y así a la gente de la tierra se les dio el para que allí hicieran el amor sin prisa y, también Wallmapu, el País Mapuche, su país de tierra fértil y pródiga y, por lo mismo, apetecible por forasteros de distinto signo.


Así, aún perplejos ante la posibilidad de que les arrebataran sus tierras y sus sueños que apenas comenzaban, abocaron a la tarea de irisar su Mundo sustentado en Küme Mongen a la calidad de vida y Wallmapu. El país mapuche, que oteaba dos océanos y dos cordilleras, se nutrió de la lluvia azul de los más antiguos de los antiguos y del mapuche todos, gente de la tierra para que nunca se les olvide. Y es tan colosal su memoria que no pueden dejar de recordar, aunque quieran. Cuentan que había un anciano tan anciano que era la memoria misma. Vivía allá por Curarrehue con su familia, caballos y ovejas. Se iba orillando la cordillera cazando leones, perdiéndose semanas enteras, a veces meses, en búsqueda del tiro perfecto, porque el puma le destrozaba las ovejas en plena noche cada yegua perdida a manos del león, las suyas y las ajenas, las de ahora y las de ayer, porque nunca hay que olvidar que el olvido es otra forma de morir, les espetaba a sus hijos y nietos alrededor del fogón de la Y supo que desde el cielo cayeron rocas fulgurantes que formaron volcanes y montañas, que de las lágrimas de las estrellas nacieron lagos y ríos tornasoles y que al paso desnudo de la primigenia mujer mapuche nacieron flores bermejas y pájaros encinta. Supo, también, porque lo vio con sus propios ojos, que los mapuche sufrieron el formidable castigo de Ad Mapu. Y llovió tanto que los mapuche lloraron desconsoladamente, lo que hizo subir aún más las arremolinadas aguas. Entonces más lloraban de pavor y arrepentimiento y más subían los mares y los lagos y los ríos. Se oscureció el cielo con tal fuerzaChau Ngenechen. Nunca más. Un anciano y una anciana, un joven y una joven, eran. Y los niños escuchando fascinados cómo de la muerte renacía la vida, y el abuelo que lo ha visto todo, recordando con amargura el día inclemente cuando su pueblo casi perece ahogado. Pero sobrevivió, para levantarse en todos los rincones del desequilibrio de la espadas, arcabuces, caballos, cañones, lanzas, ballestas, montantes. Traían la más implacable de las guerras y a un dios blanco de ojos azules que supervisaba diligente masacres y esclavitudes, violaciones y estupros por doquier. Yo sentí la glacial ferocidad de su mirada, cuenta el anciano de ¿Y qué es propiedad?, le interrogué desconcertado. Me miró con desprecio desde las alturas de su ciclópeo porte para reír burlesco: todo lo que no se puede tocar por los siglos de los siglos, amén. ¿Y qué no se puede tocar por los siglos de los siglos, amén, inquirí? Aún con desdén y molesto por haberle interrumpido su siesta, vociferó: los lo que es riqueza o puede convertirse en riqueza, rubricó desganado.





Pero, declaré y reclamé, al tiempo que le miraba fijamente a los ojos, turbios como el río en invierno, los más antiguos de los antiguos nos dieron el Meli Witran Mapu para que hiciéramos el amor sin prisa y, también recovecos, mientras los ríos fluían sin pausa por entre ventisqueros, bosques y acantilados para besar atónitos el mar, que era también el mar de todos. Y de todos la tierra que se podía tocar por los siglos de los siglos, amen. Es mi palabra, dije, y en ese preciso momento, desde la profundidad de su garganta de plata, brotaron alambres de púa, fusiles, aserraderos, colonos, militares, reducciones, asesinatos, torturas, exilios, migraciones, policías, matanzas y países ignotos que clavaron sus banderas de seda en el corazón del y de aquella propiedad de la cual hablaba el dios extraño que gritaba la barbarie de los indios.





Y los indios se guarecieron en sus silencios de indio para enfrentarse al egoísmo mapudungun, su lengua, y el origen del mundo y las leyes de la naturaleza. Todo, según cuentan, en un volcán en llamas donde sólo los kimun mapuche ardiera en brasas y ceniza. Fue tal su sapiencia que, en las noches más opacas, desde sus ruka, sus campos y sus montes, salían sigilosos hombres, mujeres, ancianos y niños para dirigirse al volcán de la memoria. Allí recuperaban palabras, ritos, nombres, historias y, por sobre todo, el sueño de libertad que les mantenía vivos mientras el Guerra a muerte, hermano, que se entronizó en el País Mapuche ocupado por la fuerza armada. Guerra a muerte, hermano, que se acuarteló en el Mundo Mapuche ocupado por la violencia chilena. Y a nuestro territorio expoliado le llamaron frontera, cuando, en realidad, la frontera eran ellos; nos llamaron salvajes cuando, en realidad, los bárbaros eran ellos. Le denominan el conflicto mapuche, cuando en realidad el conflicto es de ellos que temen reconocer su identidad.





Hoy nos llaman terroristas, cuando el terror lo siembran ellos en las comunidades con sus allanamientos y golpizas y bombas lacrimógenas y balazos y muertos. Porque los chilenos comenzaron a asesinar mapuche en el siglo diecinueve, prosiguieron en el siglo veinte y continúan en el siglo veintiuno. Matías Catrileo, Alex Lemun y Jaime Mendoza cayeron en nuestro país ocupado por la fuerza militar. Es por la propiedad que no conocíamos, por los árboles y las aguas, los minerales, los peces, los pájaros. Y la tierra que nos dieron para siempre los más antiguos de los antiguos allá en Collipulli, Temucuicui, Lumako, Neltume. Liquiñe, Lleu-Lleu, Cuyinco, Tirua, en la costa, en la montaña, en los valles, nos dieron, para construir el País Mapuche y el. Es mi palabra, para que nos dejen en paz y simplemente ser lluvia o tierra o mar, dijo el anciano de Curarrehue que es la memoria misma y que caminaba por el sur del mundo mucho antes que los chilenos.



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