jueves, 3 de septiembre de 2009

Cuando invertir se convierte en Milagro, no se necesita construir cárceles

"Yo no creo en milagros pero que los hay los hay", el milagro ocurrió en Brasil, en ese país tan contradictorio. Lo increíble, es además que este "milagro", ocurrió en uno de los barrios más pobres y violentos de Fortaleza, en el barrio Bom Jardin.
Noticias de este tipo deberían circular más, porque seguramente el esfuerzo, la creencia, la perseverancia, y la fé de que la utopía es posible, hace muchísima falta.

En Uruguay, la solución a la pobreza es contruir más cárceles, dejar morir a los presos en incendios, por enfermedades curables, y donde el pueblo, los quisiera barrer del mapa,(incluyendo pobres),aún no marginados, por falta de tiempo del gobierno progresista, ocupado en elecciones.

En Argentina, propuso alguién de muchos sentimientos, quemarlos vivos en sus propios barrios de latas. "Muerto el perro se acabó la rabia" parecen ser las mejores propuestas de solucionar el tema pobreza. Es que aún no se atreven a decirlo en voz alta.

Después están los que no creen en nada, "el mundo es como es no hay nada que hacer, para que molestarnos". Este es el tipo de hipócrita que no mueve un pelo, critica a medias, y es la mayoría de la población mundial.
Son el peor flagelo de la humanidad.

El artículo al cual me refiero, lo leído en IPS.

Cuando la danza enseña a vivir
MarioOsava enviado especial

Fortaleza, Brasil, ago(IPS).- "La vida de mi familia cambió", desde la manera de comer y las reglas de higiene hasta la seguridad de saber dónde están mis hijas y el fin del alcoholismo paterno, celebró Maria Erilma da Silva, madre de tres niñas y un adolescente en Fortaleza, capital del estado de Ceará, en el Nordeste de Brasil

Esas transformaciones se atribuyen a la Escuela de Danza e Integración Social para Niños y Adolescentes (Edisca), que sus tres hijas empezaron a frecuentar hace más de tres años.

Ahora ellas dejaron la cuchara y utilizan cuchillo y tenedor para comer. También adquirieron el hábito de cepillarse los dientes después de las comidas, aunque Raquel, de 12 años, no lo haga todavía muy regularmente.

Pero el mejor efecto fue que "el padre dejara de beber todos los días, aunque ya se había caído de la bicicleta, lastimándose arriba del ojo", recordó Maria. "Cuando salía a beber, se podía esperar cine", dijo una de las hijas, Rafaela, de 15 años. Una vez, alcoholizado, creyó que era Superman, trepó al depósito de agua y cayó desde esa altura torciéndose la pierna, ejemplificó la madre, que trabaja como auxiliar de cocina en una escuela.

El padre, Francisco Gomez Martinz, admite que abandonó la bebida "para no perjudicar a mis hijas" cuando ellas se incorporaron a la Edisca. "Lo decidí en un momento, tal como dejé de fumar, de pronto, sin sufrir abstinencia", dijo, si bien sigue tomando cerveza de vez en cuando, sostuvo este hombre que presta servicios de inspección a la alcaldía y ahora está amenazado de despido.

"Siento el mayor orgullo porque mis hijas estén en Edisca, la danza es maravillosa", dijo, aunque su mujer asegura que, al principio, él se oponía a que las niñas bailaran. Verlas danzando en el espectáculo "Urbes favela" lo emocionó hasta las lágrimas. Hoy les exige asistencia asidua a las clases y les permite viajar, pero "sólo si es con Edisca".

En el Bom Jardim, donde vive la familia en una gran casa construida a medias, se puede sentir la influencia de Edisca, cuya sede se ubica del otro lado de la ciudad, a más de una hora en autobús.
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Proyecto EDISCA


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