viernes, 12 de noviembre de 2010

Amnistía Internacional insta a EE UU a investigar las confesiones de Bush sobre torturas a presos

La excelencia de la tortura .
Por Pedro Díaz Arcia.

Las autoridades de Castaic, California, anunciaron hace algún tiempo planes para probar un arma de alta tecnología en prisioneros.


El “Sistema de Intervención de Ataque” construido por Raytheon para las Fuerzas Armadas y que dispara un rayo de calor invisible capaz de causar un dolor insoportable, podría evitar en el futuro que un ex presidente del país cometiera la cínica burrada de confesar que autorizó la tortura a un sospechoso de actos terroristas.

Raytheon, una de las empresas de defensa militares más grandes de los Estados Unidos, con más de 80,000 empleados en todo el mundo, y cuyos ingresos alcanzan los 22 mil millones de dólares anualmente, trabaja incluso en la construcción de un aparato móvil de la temeraria arma de rayos.

Esta versión portátil permitiría trasladar el mecanismo de tortura -con rapidez y eficiencia- a cualquier paraje desértico, o a las sombras de cualquier “oculto rincón” del planeta, sin mayores complicaciones.

El ex presidente George W. Bush, quien inició una gira de presentación de su libro “Decision Points” (Puntos de Decisión) en la librería Borders, ubicada cerca de su residencia en Dallas, Texas, dijo que autorizó personalmente la tortura del presunto autor intelectual de los ataques del 11 de septiembre de 2001, según una entrevista publicada este martes en el diario londinense The Times.

Cuando le preguntaron si había autorizado el uso de esa tortura contra Khalid Sheik Mohamed respondió: “Sí, maldita sea”.

El pakistaní, uno de los líderes de Al Qaeda más buscados por los servicios de inteligencia estadounidenses, se incorporó joven a la Hermandad Musulmana que persigue el objetivo de establecer un estado islámico en Egipto.

Después de graduarse en una universidad de Estados Unidos, se fue a combatir en Afganistán contra los soviéticos; y se cree que allí entró en contacto con Osama Bin Laden.

Miembro de la organización Al Qaeda, fue capturado en Rawalpindi (Pakistán) en el año 2003 por los servicios de inteligencia del país árabe y entregado a la custodia del gobierno norteamericano. Mohammed estuvo seis meses en la cárcel de Guantánamo en 2006.

Los agentes de la CIA le habrían aplicado la técnica del “submarino” hasta 183 veces durante el largo cautiverio.

Bush afirmó que no se arrepiente de haber ordenado el uso de la técnica conocida como ahogamiento simulado; especificó que tres personas fueron sometidas al tormento y que esa decisión habría salvado vidas.

El uso de la fuerza para obtener información, aunque no tenga nada que ver con el respeto a la legalidad y a la integridad de los prisioneros, habría frustrado complots para atacar objetivos estadounidenses, así como al aeropuerto de Heathrow y Canary Wharf en Londres.

De qué vale que un grupo de científicos franceses descubriera la forma de servir el champán para preservar tanto su sabor como las burbujas, si la ciencia se inclina, en otros círculos, por la excelencia de la tortura.

En su obra, escrita quién sabe a cuántas manos, el ex mandatario se refiere a los ataques del 11 de septiembre, a sus decisiones de enviar fuerzas armadas a Afganistán e Irak y a la controvertida respuesta al devastador huracán Katrina.

Ante el asombro de unos y la indiferencia de otros -que no están para exigir cuentas cuando deben rendirlas- Bush se pasea como un pavo en busca de lectores; la pluma en ristre para el autógrafo y la lengua lista para el disparate.

Un dato explica toda la guerra de Iraq: ahora todas las petrolíferas son privadas. Memorias del ex presidente de los Estados Unidos, George Bush.

Haceapenas dos semanas pasó por Madrid para presentar un libro con 30 años de ensayos y reflexiones políticas y culturales con un título que es todo un reflejo de su labor de investigación: La Europa Mestiza. Inmigración, ciudadanía y codesarrollo (publicado por Galaxia Gutemberg’. Círculo de Lectores). Este mestizaje, según dice, es un proceso irreversible. Ayer, Sami Naïr, sociólogo, filósofo y catedrático de Ciencias Políticas -por resumir su extensísimo currículo-, se acercó a Oviedo invitado por el Instituto de Estudios para la Paz y la Cooperación.


Una de las facetas más destacadas de este argelino de nacimiento (Tlemcen, 1946) se centra en la lucha de los derechos de los inmigrantes. Porque Europa ha cambiado mucho en los últimos años y las migraciones ya se no se realizan entre países, como ocurrió hace cuatro o cinco décadas, sino que proceden de todas las partes del mundo.

¿Ha sabido la sociedad occidental aceptar este fenómeno?
Su respuesta viaja entre el ‘depende’ y el ‘no’. “No hay un modelo genérico. Cada país intenta solucionar los problemas y respetar los derechos de los humanos, aunque no en todas partes. Desde luego que hay mucho trabajo que hacer. La situación actual no es satisfactoria”. Y parte de la culpa se deriva de que “Europa no actúa como conjunto político” y no ha sabido integrarlos, al no respetar su historia y obligarles a fusionarse con el nuevo país de residencia. Apunta al último caso polémico, la expulsión de los judíos en Francia, que en numerosas ocasiones ha tachado de vergonzosa.

Naïr habló de este asunto en su conferencia en el Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo. También de las relaciones de Europa con los países de Mediterráneo, donde observa un panorama poco esperanzador. “Hay fracturas demográficas, económicas, comerciales, humanas y un conjunto de conflictos abiertos como en el Oriente Medio, entre Palestina e Israel, el terrorismo de Argelia… Es una situación gravísima que se encuentra a las puertas de Europa”, resume el sociólogo.

Memorias de Bush
leer más:
http://www.discrepando.com/index.php?option=com_content&view=article&id=769:un-dato-explica-toda-la-guerra-de-iraq-ahora-todas-las-petroliferas-son-privadas&catid=100:notimundo&Itemid=535

¿El imperio rendirá cuentas sobre derechos humanos?

Por: Gustavo Robreño


Independientemente de que los resultados no podrán ser extraordinarios y de que el gobierno de Estados Unidos se valdrá de múltiples manipulaciones, ocultamientos y falsedades para escamotear la verdad, no cabe duda de que la comparecencia que corresponderá a ese país ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU el próximo 5 de noviembre, en Ginebra, despierta una mezcla de curiosidad y expectativa.

Vale recordar que desde el año 1976 el Departamento de Estado del país imperial da a conocer anualmente extensos informes sobre el tema, donde imparte condenas y absoluciones según sus intereses políticos y se erige en una especie de “juez supremo” de los derechos humanos en el mundo con respecto a todas las naciones, menos a los propios Estados Unidos, a lo largo de 5,000 páginas aproximadamente.

Ahora, en virtud de los mecanismos que rigen el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, creado por la Asamblea General en el año 2006, sustituyendo al desprestigiado y languideciente Comité de igual nombre, los 192 países miembros de la organización deben comparecer cada cuatro años ante el Examen Periódico Universal (EPU) establecido por el nuevo reglamento.

Se han celebrado ya, desde sus inicios, ocho sesiones y han desfilado por el EPU dos tercios de los países miembros, con resultados no siempre satisfactorios para todos y que, en ocasiones, han recordado los manejos y presiones selectivas que caracterizaron al viejo Comité desaparecido.

La representación de Cuba, -por ejemplo,- afirmó que aún no se eliminaron totalmente rémoras de esa selectividad y doble rasero, pero ha defendido la estructura actual y previno contra intentos que puedan “alterar la naturaleza intergubernamental del proceso”

Como paso previo a lo que será su posición ante el EPU, el pasado 20 de agosto el gobierno de Estados Unidos emitió una declaración, que a muchos puede parecer insólita, donde se proclamaba “orgulloso de su historial de derechos humanos y del papel desempeñado por el país en el progreso de los derechos humanos y de las libertades fundamentales en el mundo”

No es difícil observar la arrogancia imperial de estas palabras, donde se atribuye facultades extraterritoriales y omite cuidadosamente cualquier referencia a la situación de los derechos humanos dentro de Estados Unidos y en los territorios ocupados y en conflicto bélico, donde son participantes el ejército estadounidense, la CIA y otras fuerzas represivas de ese país.

Sin embargo, no todas las opiniones allí son coincidentes pues --según declaró a la agencia IPS-- el director ejecutivo de la Red de Derechos Humanos de Estados Unidos, Ajamn Baraka, “Estados Unidos tiene verdaderos problemas de derechos humanos y si se propone ser miembro eficaz del Consejo tiene que encarar con honestidad esas preocupaciones internamente”

La coordinadora de esta misma Red --que abarca a 300 organizaciones estadounidenses por los derechos humanos y la justicia social-,- Sarah Pavletti, señaló también a IPS que “Estados Unidos no tiene exactamente grandes antecedentes en materia de ratificación de tratados internacionales”.

Recordó que, aunque firmó hace 33 años el Pacto Internacional sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, nunca ha sido ratificado por el Congreso.

Otras organizaciones han recordado asimismo la extensa lista de instrumentos internacionales sobre la materia que Estados Unidos no ha firmado o no ha ratificado, como la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la Mujer; la Convención sobre los Derechos del Niño; la Convención sobre los Derechos de las personas con Discapacidad; la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las Desapariciones Forzosas; la Convención Internacional sobre la protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migrantes de sus familiares y el Protocolo Opcional de la Convención contra la Tortura, por citar algunos de ellos.

La historia del Imperio en cuanto al respeto a los derechos humanos dentro de su propio país y en sus constantes aventuras bélicas de agresión y expansión es suficientemente tenebrosa y sangrienta. No obstante, el examen de la EPU le llega en momentos en que está envuelto en verdaderos escándalos mundiales que van desde los secuestros, las desapariciones, las cárceles secretas, los centros de detención y tortura en sus bases militares y las ejecuciones extrajudiciales hasta los recién revelados papeles de Wikileak sobre la actuación de sus tropas intervencionistas en Irak y Afganistán.

¿Y si se aplica el 'waterboarding' a estadounidenses?

El ex presidente de EE UU alega que el método de tortura salva vidas, un argumento populista y peligroso


JAVIER VALENZUELA 10/11/2010

Volver a preguntar, no conformarse con la primera respuesta que el entrevistado tiene preparada de antemano, es una de las claves del periodismo. Y es lo que hizo la otra noche Matt Lauer, periodista de la NBC, cuando George W. Bush justificó el uso del método de tortura llamado waterboarding (ahogamiento fingido) para obtener información urgente de terroristas que puede salvar vidas. Lauer le preguntó a Bush si estaría de acuerdo con que ciudadanos estadounidenses presuntamente peligrosos fueran sometidos en países extranjeros a esa tortura. Desconcertado, como cada vez que algo se sale del guión que lleva aprendido, Bush se negó a contestar argumentando que no quería "levantar polémicas" y que lo mejor era leer su libro.

Bush estaba en la NBC promocionando su libro de memorias, Decision points, recién llegado a las librerías estadounidenses. De no ser por el inmenso daño que ese personaje ha causado a Estados Unidos y al mundo, el libro sería risible. A tenor de los avances publicados por la prensa norteamericana, Bush no quería lanzar la guerra contra Irak pero los servicios secretos le convencieron de que Sadam tenía armas de destrucción masiva y sus más directos colaboradores, los halcones Dick Cheney y Donald Rumsfeld, prácticamente le empujaron a ello. Luego se enfadó mucho cuando sus tropas, dueñas ya de Irak, no encontraron el menor rastro de esas armas.

En realidad, es archisabido que Bush quería ir a esa guerra para vengar a su papá, amén de por las razones ideológicas -exhibir el poderío de Estados Unidos tras el 11-S- y económicas -las grandes oportunidades de negocio que suponía el país árabe- que compartía con sus pretorianos neocon. Por no hablar de las razones religiosas, el fundamentalismo cristiano que se adueñó de su espíritu simplón cuando dejó la botella. Chirac y Schröder han contando en ambientes privados que se quedaron patidifusos cuando Bush les argumentó que Dios veía con buenísimos ojos la invasión de Irak.

En cuanto a los informes de los servicios secretos, eran una manipulación chapucera. Estos días puede verse en España una película (Fair game, en inglés; Caza al espía, en castellano) que cuenta la historia de cómo la agente de la CIA Valerie Plame fue destruida por la Casa Blanca porque de sus investigaciones dedujo que era mentira que Sadam estuviera intentando comprar uranio enriquecido en África. Las otras "pruebas", las que exhibió un patético Colin Powell en el Consejo de Seguridad, eran unas fotos tomadas desde satélites en las que se veía el techo de camiones que bien podían transporte maquinaria agrícola y unos esquemas que parecían salidos de la imaginación de un chaval de primaria.

Pero volvamos al waterboarding. Esa tortura que, según Wikipedia, pudo ser inventada por la Inquisición española y que fue usada, entre otros, por los siniestros jemeres rojos, amén de, en otras versiones, por las dictaduras chilena y argentina, es justificada por Bush como un medio para salvar vidas. Hay que reconocer que es un argumento populista y demagógico de cierta eficacia. Gente de buena fe puede comprarlo. Pero es un argumento muy peligroso, una pendiente que, entre otras cosas, termina dando alas a cualquier clase de tortura, a la pena de muerte con juicio o en linchamiento puro y duro, a la bofetada y la guerra preventivas, a la ley de la selva. ¿Estamos seguros de que queremos renunciar en nombre de una supuesta eficacia a aquello que nos hace civilizados, que nos hace diferentes y moralmente superiores a los malos?

En cualquier caso, el debate puede resolverse sometiéndose uno a título experimental al waterboarding. Es lo que hizo el periodista Christopher Hitchens para Vanity Fair. El colega no aguantó ni cinco segundos.

Nuestra Inquisición ya lo sabía: hay métodos infalibles para que confieses que pactaste con el diablo. O en nuestros días que asesinaste a Kennedy.

En lo que respecta a Aznar, tildado de "líder visionario" en las memorias de Bush, vamos a estar de acuerdo por una vez con el ex norteamericano. Es cierto que nuestro ex veía visiones. Por ejemplo, las armas de destrucción masiva en Irak y la mano de ETA en el 11-M.


























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