domingo, 7 de noviembre de 2010

Pensamiento único y bakalao - Javier Ortiz

Artículos no publicados de Javier Ortiz

El pensamiento único gana terreno por momentos. Los dogmas del mal llamado neoliberalismo son entronizados como hechos naturales, objetivos, sobre los que cualquier discusión carece por completo de sentido. Los consorcios que controlan la casi totalidad de los principales medios de comunicación repiten sus mensajes -a veces explícitos, más a menudo implícitos- para obligarnos a ver la realidad a través de su muy estudiado filtro. No determinan sólo cómo hay que ver las cosas; también cataloganqué cosas deben ser expuestas a la mirada pública y qué otras han de quedar en el silencio de la nada.


Sus criterios hacen las veces de remozadas Tablas de la Ley: los EEUU -a los que a veces llaman «Comunidad Internacional»- son los gendarmes del mundo, y punto; la rentabilidad es el criterio que separa lo que debe pervivir de lo que merece perecer, y punto; si un Estado convoca elecciones cada tanto, es democrático, y punto.

Nos organizan el pensamiento. Incluso nos dicen cuándo y de qué hemos de compadecernos. Y si es noviembre, toca llorar por Ruanda. Y si diciembre, por Etiopía. Y si enero, por los balseros cubanos.

Quienquiera que ose poner en cuestión las reglas del pensamiento único es al punto declarado hereje y apartado para que no contagie (a no ser que demuestre ser inocuo y les sirva para probar que el pensamiento único es tolerante y hasta tiene su cuota parte de disidentes oficiales).

¿Exagero? Sí, en cierto sentido. Explicaré en cuál.

Entré hace tres o cuatro años, animado sin duda por oscuras intenciones -era de noche-, en una discoteca de bakalao. A los tres cuartos de hora, estupefacto, pregunté a mi acompañante si todas las canciones de ese ritmo machacón eran siempre tan largas. Cuál no sería mi sorpresa cuando me comunicó -no sin un tanto de sorna- que lo que había estado sonando todo ese tiempo no era una sola pieza, sino siete u ocho.

Es algo que ocurre en muy diversas materias. Por ejemplo: la casi totalidad de los europeos somos incapaces de distinguir a un chino de otro. Las diferencias con respecto a nosotros nos impiden ver las diferencias que tienen entre sí. El que está integrado en una realidad es capaz de percibir en su interior matices que no capta quien es extraño a ella.

Esa es la más sólida objeción que se nos puede hacer a quienes denunciamos la creciente extensión del pensamiento único: que nos parece único porque lo juzgamos desde fuera. Si lo viéramos desde dentro, nos apercibiríamos de que en el escaparate ideológico de las sociedades occidentales hay, de hecho, una enorme pluralidad de escuelas de pensamiento.

Asumo humildemente la crítica. Estoy dispuesto a aceptar que en nuestro autocomplacido Occidente existe tanta variedad de escuelas de pensamiento... como riqueza musical en las piezas de bakalao.

Javier Ortiz. Pensamiento único y bakalao. El Mundo. 9 de noviembre de 1996.

No hay comentarios:

Ir arriba

ir arriba
Powered By Blogger