martes, 16 de noviembre de 2010

Vietnam: luchar contra un legado trágico .

Entre 1962 y 1971, el Ejército estadounidense roció sistemáticamente un producto químico en los valles vietnamitas para evitar que las tropas enemigas tuvieran acceso a alimentos. 35 años después de la guerra, los pobladores denuncian que la sustancia tóxica llamada agente naranja es responsable de gran parte de las malformaciones de más de tres millones de personas.

Considerado el arma más polémica de Estados Unidos durante la guerra, este poderoso herbicida fue utilizado con el fin de eliminar selvas y cosechas que podían ser aprovechadas por la guerrilla del Vietcong.


Pero también es el causante de innumerables problemas genéticos, al punto que Nguyen Trong Nhan, de la Asociación de Víctimas del Agente Naranja y ex presidente de la Cruz Roja de Vietnam cree que es un "crimen de guerra".

Dijo al programa "Un Planeta" de la BBC que la pobreza del país es resultado directo del uso del herbicida.

"Ayudamos a las personas que fueron o son víctimas del Agente y de las dioxinas, pero la capacidad de nuestro gobierno es muy limitada", agregó.

Experimentos

Un estudio canadiense de finales de la década pasada reveló que la tierra, el agua, los peces y los patos de las zonas fumigadas poseen niveles de dioxinas que son peligrosos.

Los mismo ocurrió con muestras de sangre de los habitantes de esas zonas, que mostraron niveles 20 veces por encima del promedio.

Otro estudio japonés comparó zonas afectadas con otras que no y hallaron que en la primera la posibilidad de nacer con un defecto genético era tres veces superior.

Activistas como Nguyen Trong Nhan recurrieron a los tribunales en 2004 con el objetivo de que las empresas estadounidenses fabricantes del herbicida pagaran una compensación.

Pero un juez federal dijo el mes pasado que no había posibilidad de reclamo ya que el uso del Agente Naranja no violó las normas internacionales de la época. Queda pendiente una apelación.

Los veteranos de guerra estadounidenses lograron sin embargo una compensación de US$180 millones tras una acción legal, aunque las empresas no admitieron culpabilidad.

Estados Unidos esparció 80 millones de toneladas de químicos venenosos durante la llamada Operacón Ranchland. 

Había otros agentes, el Rosado, el Verde y el Blanco, pero el Naranja fue el más utilizado, 45 millones de toneladas fueron esparcidas en una décima parte del territorio de Vietnam.

Agente Naranja: el envenenamiento de Vietnam.

Por: Hugh Warwick.

Monsanto ha estado muy implicada y ha sido el mayor beneficiario económico de uno de los escandalos más importantes de nuestra era.

Monsanto fue uno de los principales suministradores de los 76 millones de litros de herbicida con que se roció Vietnam desde 1961 a 1972. Bajo el proyecto militar cuyo código secreto era Operación Ranch Hand, las Fuerzas Aéreas estadounidenses fumigaron alrededor de 2,5 millones de hectáreas de los bosques del sur de Vietnam y de los campos de cultivo para acabar con las cosechas. Cuando no se aplicaba a los cultivos, el herbicida se utilizaba para abrir grandes pasillos en la jungla, impidiendo cualquier escondite al enemigo, especialmente a lo largo de las vías de comunicación, para dificultar las emboscadas.

El defoliante más utilizado fue el Agente Naranja, del que se utilizaron al menos unos 44 millones de litros. El Agente Naranja es una mezcla al 50% de dos herbicidas con grupos fenoxi: el 2.4-D (ácido 2,4-diclorodifenoxiacético) y el 2,4,5-T (ácido 2,4,5-triclorofenoxiacético). Estos productos químicos eran muy utilizados en el sector agrícola de EE.UU. Su nombre viene del color de los bidones utilizados por el ejército (había un código de colores para identificar el espectro de diferentes productos químicos utilizados como defoliantes, que incluía a los Agentes Blanco, Azul y Rosa). Desgraciadamente, debido a la prisa por satisfacer la demanda de Agente Naranja por parte del ejército de los EE.UU., el producto se contaminó durante el proceso de producción.

La TCDD (la 2,3,7,8-tetraclorodibenzo-para-dioxina) es un inevitable e indeseable subproducto de la fabricación del 2,4,5-T. En uso comercial, el TCDD estaba presente en el herbicida en concentraciones muy inferiores, 0,05 partes por millón (ppm), mientras que en los lotes de herbicida enviados a Vietnam llegaba a alcanzar las 50 ppm. Como consecuencia la contaminación por dioxinas debida al Agente Naranja fue 1.000 veces superior que la que ocasionaban los herbicidas agrícolas. Se estima que la TCDD es la más tóxica de las dioxinas, una familia de compuestos químicos que ha sido descrita como el grupo de «las sustancias más tóxicas para los humanos que se conocen».

El legado dejado por el Agente Naranja es mucho más grave que el simple daño a los ecosistemas. Sus consecuencias van más allá de los bosques del Sudeste Asiático. Han seguido al personal norteamericano hasta sus casas. A pesar de las numerosas conjeturas de las industrias químicas, un informe científico independiente concluyó que existe una relación muy estrecha entre la exposición al Agente Naranja y graves enfermedades como varios tipos de cáncer, afecciones cutáneas (cloroacné) y trastornos hepáticos3.

Los casos de norteamericanos afectados recibieron una gran atención de la opinión pública, pero tengamos en cuenta que los norteamericanos raramente prestaban servicio en Vietnam durante más de un año. Sin embargo para aquellos cuyos hogares fueron envenenados reiteradamente no hubo escapatoria. Algunas estimaciones elevan a 500.000 la cifra de niños nacidos en Vietnam desde los 60 con deformidades relacionadas con las dioxinas.

Probablemente, el más horrible legado del herbicida contaminado se encuentra en un cuarto cerrado del Hospital Tu Du de Obstetricia y Ginecología de Saigón. Las paredes están cubiertas de estanterías repletas de frascos con formol donde se conservan fetos procedentes de nacimientos y abortos. Sólo son una muestra del horror que sufrió Vietnam, pues durante mucho tiempo el hospital no pudo proveerse de frascos y formol suficientes para guardar todas las muestras. Entre ellas hay cuerpos unidos de dos en dos y de tres en tres, rostros cubiertos con crecimientos cancerosos y terribles deformidades.

Sería, pues, de esperar que, cuando los veteranos de la guerra del Vietnam empezaran a sucumbir a un amplio espectro de enfermedades, las compañías responsables de la contaminación ofrecieran alguna clase de compensación. Sin embargo, compañías como Monsanto y Dow Chemicals se implicaron en una prolongada campaña para desacreditar la evidencia científica que probaba la toxicidad de las dioxinas. Se abrió un proceso judicial contra las siete compañías involucradas (Monsanto, Dow Chemical, Uniroyal, Hercules, Diamond Shamrock, Thompson Chemical y TH Agriculture) y fueron condenadas en mayo de 1984 al pago de 180 millones de dolares a las víctimas expuestas al herbicida y a sus familias, pero las compañías continuaron negando que el Agente Naranja fuera responsable de los problemas de salud.

El argumento de las industrias químicas se basaba en el hecho de que las distintas especies de seres vivos reaccionan de forma diferente ante el contaminante y que hay impedimentos obvios a la experimentación con humanos. De los pocos estudios que hay sobre la exposición de humanos a las dioxinas, algunos no permitían establecer una relación con el aumento de riesgo de sufrir cáncer. Los más llamativos son dos estudios patrocinados por Monsanto sobre trabajadores accidentalmente expuestos a las dioxinas.

Por estudios como estos, los veteranos hubieron de conformarse con las bajas compensaciones por las «molestias» sufridas. Cuando más tarde se obtuvieron evidencias de que las dioxinas eran carcinogénicas ya era demasiado tarde pues los tribunales habían dado el caso por cerrado para nuevos procesos.

Sin embargo, la Doctora Cate Jenkins, una química de la EPA (Environmental Protection Agency) de los EE.UU. denunció en 1990 que había evidencias de que los estudios realizados por Monsanto se habían realizado fraudulentamente. Jenkins reclamó que se realizara una investigación científica, pero su solicitud fue ignorada, por lo que la EPA hubo de emprender un proceso criminal de Monsanto. El gigante de las empresas químicas presionó fuertemente:
 el proceso duró mas de dos años y terminó por volverse en contra de quien dio la alarma: la Doctora Jenkins. Mientras el caso criminal fue silenciosamente archivado, la campaña de acoso contra Jenkins sólo fue contestada por la Secretary of Labor.

Pero, a pesar de los esfuerzos de Monsanto, la realidad de los riesgos asociados a las dioxinas son ya evidentes. De hecho los informes recientes de la EPA afirman que existen pruebas convincentes de que las dioxinas son cancerígenas.
La Organización Mundial de la Salud ha reducido drásticamente la dosis límite por ingestión entre un 60 y un 90% de su anterior valor.

Esto supone que muchos consumidores ya habrán ingerido bastante más de lo que ahora es el nuevo límite. Un grupo de expertos destacó que «ya pueden estar produciéndose efectos leves sobre la población para los niveles de fondo actuales... se debería realizar esfuerzos para reducir la exposición al mínimo posible». Es pues razonable preguntarse, ¿manipuló deliberadamente Monsanto sus estudios para reducir su responsabilidad legal con los veteranos del Vietnam?.

La absurda guerra de Vietnam arruinó la vida de muchísima gente. El que una compañía como Monsanto, que ahora se erige en salvadora de un mundo hambriento, se haya beneficiado de esta brutal desgracia es una triste realidad. Es una lamentable desgracia que Monsanto siga eludiendo su responsabilidad para con las víctimas de este conflicto, tanto norteamericanos como vietnamitas.

Vietnam: luchar contra un legado trágico:

En la zona central de Vietnam, una generación tras otra sufre las consecuencias de los artefactos sin estallar que datan de la guerra librada en el país durante las décadas de 1960 y 1970. La Cruz Roja de Vietnam afronta este flagelo con la ayuda del CICR.

Nguyen Quoc Quy sigue recordando vívidamente aquel día en 1975, cuando salió a buscar leña y pisó una mina. "Primero me amputaron sólo el pie, pero la herida se infectó y tuvieron que cortar de nuevo, por encima de la rodilla", dice. Una prótesis bien realizada le ha permitido ganarse la vida dignamente, cultivando arroz y hortalizas en una pequeña granja, en la provincia de Quang Tri, donde ha criado a sus cinco hijos.

Trágicamente, 31 años después, la familia de Nguyen Quoc Quy volvió a sufrir las consecuencias de una guerra que terminó hace mucho tiempo. "Mi hijo estaba estudiando inglés para ir a trabajar en Malasia", suspira Nguyen. "Mientras tanto, trabajaba con tres hombres que buscaban chatarra. El detector de metales indicó la presencia de un objeto en la tierra, y mi hijo empezó a cavar. Hubo una explosión. Murió en el acto. Lo único que pude hacer fue traer su cuerpo a casa. Tenía sólo 24 años".

Consecuencias devastadoras

Las autoridades vietnamitas estiman que entre 1975 -el año en que finalizó la guerra- y 2007, los artefactos explosivos abandonados tras el conflicto mataron a casi 39.000 personas y lesionaron a otras 66.000. Bombas de racimo, minas antipersonal y otros dispositivos permanecen ocultos y silenciosos durante décadas, esperando el momento de matar y mutilar.

Las zonas más afectadas son las provincias rurales como Quang Tri, en la región central de Vietnam, que, en una época, constituía la "zona desmilitarizada" entre las partes adversarias, Vietnam del Norte y Vietnam del Sur. Aunque muchas personas tropiezan con este legado letal mientras realizan tareas agrícolas, se estima que uno de cada tres incidentes que causan muertos y heridos se produce mientras la víctima recolecta chatarra.

Conocen bien los peligros a los que se exponen. "Cada vez que mi esposo cavaba en busca de metal, yo tenía miedo; pero no había otra opción. Tenemos dos hijos, y no contábamos con suficientes ingresos de nuestra granja para poder alimentarlos", dice Nguyen Thi Vinh. Sus temores se hicieron realidad un día de agosto de 2009. Su esposo, de 37 años, perdió dos dedos de la mano derecha y sufrió una grave fractura en una pierna mientras cavaba para extraer un objeto, que estalló.

"Desde entonces, mi esposo perdió su medio de sustento y, como tengo que cuidarlo, mi propio trabajo como modista tampoco prospera. Estoy muy preocupada por el futuro de nuestros dos hijos", dice Vinh.

Investigar los accidentes

"Quang Tri es una de las regiones más pobres de Vietnam y es indudable que las penurias económicas contribuyen a los accidentes", dice Boris Cerina, asesor regional del CICR en contaminación por armas de Asia y el Pacífico, quien añade: Los datos oficiales reflejan que Quang Tri es, además, una de las provincias más afectadas por los artefactos sin estallar. Por otra parte, se han realizado muy pocas evaluaciones y, para adaptar nuestra respuesta a la situación, necesitamos conocer más detalles acerca de las víctimas, por ejemplo la actividad que realizaban en el momento del accidente".

Cuando la Cruz Roja de Vietnam (CRV) se puso en contacto con la delegación regional del CICR en Bangkok con respecto a esta cuestión, se decidió que Quang Tri fuera el punto de partida de una investigación conjunta. A principios del presente año, la CRV, con el apoyo del CICR, organizó cursos de formación en primeros auxilios para 120 voluntarios de la Cruz Roja, en seis distritos de Quang Tri. El CICR también donó los equipos de primeros auxilios. "El objetivo es ayudar a salvar la vida de las personas lesionadas por minas y otros artefactos explosivos", explica Boris Cerina.

Sensibilizar y salvar vidas

Como parte de su programa de educación sobre el peligro de las minas, la filial de la VRC en la provincia de Quang Tri organizó un concurso en las escuelas, en el que participaron 500 niños, padres y otras personas de la zona.

"Este enfoque lúdico de la sensibilización tuvo mucho éxito", dice Boris. "Mientras tanto, las filiales locales de la CRV pudieron recabar información muy valiosa".

"Una vez que tengamos los datos, investigaremos la forma de ayudar a las víctimas", dice el asesor regional. La vecina Camboya, afectada por el mismo flagelo, muestra un posible camino a seguir. En ese país, la Cruz Roja Camboyana, con el apoyo económico de otras Sociedades Nacionales, financia proyectos de microcréditos para las víctimas de los artefactos sin estallar y para las personas en riesgo, como aquellas que se ganan la vida recogiendo chatarra.

"Con esa ayuda, los beneficiarios pueden generar ingresos a partir de actividades seguras como criar cerdos, abrir una tienda u operar una bomba de agua. Ofrecer a las personas alternativas económicas es una forma eficaz de prevenir los accidentes", prosigue Boris.

Para aplicar el mismo enfoque en Vietnam, hará falta obtener financiación. Boris Cerina es optimista: "Esperamos que las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja de los países donantes acompañen esta iniciativa. Varias de ellas ya han expresado su interés en el proyecto".

Este problema tiene sus raíces en el pasado remoto, pero sus consecuencias llegan hasta hoy y son devastadoras. Si las cosas van bien en Quang Tri, más adelante, el proyecto podría extenderse a otras provincias afectadas en Vietnam.

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