jueves, 16 de junio de 2011

Alirio Murillo: "solo digo compañeros"

A la memoria de Arillio Murillo
- Me permitió conocerle hace más de 20 años. Lo encontré como siempre en la actividad formativa de varios amigos que hoy son investigadores, profesores universitarios y luchadores sociales. Me arrobaba el modo como hacía aparecer la literatura latinoamericana como un esfuerzo de la cultura misma por reconocer sus propias miserias o sus propias esperanzas. Pero también me hacía feliz esa virtud ponderada de hacer suspender en el ambiente de la lectura esas piezas de arte que son los tonos, las vibraciones, las descripciones y las ideas que se albergan en una frase o en un párrafo de Cortázar, Alegría, Borges, Uslar Pietri, Carpentier, Fuentes, García Márquez, y otros. Allí supe desentrañar y saborear los secretos del lenguaje. Pero también agotamos los días leyendo en grupos de amigos y en voz alta las obras de Homero, Esquilo, Virgilio, Dumas, Balzac, Faulkner, y varias piezas orientales que nos enseñaron otros mundos. Con Alirio Murillo aprendí a transitar los fértiles suelos de la mejor literatura universal, cuidando de cumplir con mucho celo su observación según la cual “primero debemos leer los clásicos”.
Visitamos también los lugares de la poesía occidental: Whitman, Verlaine, Rimbaud, Vallejo, entre los más, que supimos gozar como nunca en varias veladas durante mi infancia en el Líbano. Además de estos placeres del mundo inteligible, debo decir que su feliz obsesión siempre fue la filosofía. Y aquí me encontré con un campo inagotable de desafíos, gozos y misterios, que no he dejado de recorrer desde ese momento. Alirio me inició en la filosofía con la obra “El Ser y la Nada”. Recuerdo que luchamos durante días enteros con su dialéctica secreta, y desde sus páginas me relancé en solitario a Kant, Hegel y Marx. Era aún muy joven cuando traté de desentrañar los misterios del materialismo histórico con Marta Harnecker, y otras preguntas metafísicas que inútilmente traté de despejar en mi primera aproximación a aquellos filósofos mediante unos diccionarios abreviados de filosofía, cuando me tocó ver el enojo infinito de mi amigo Alirio, pues no aceptó jamás ni a Harnecker, ni a ninguna versión manuelesca de la filosofía. Siempre le agradeceré su esfuerzo por alejarme del autodidactismo, el diletantismo, el facilismo, la banalidad, y en especial, de una escritura mediocre y sin personalidad propia. Odiaba ese marxismo y escolarismo vulgarizador de la realidad colombiana, esa mediocridad del didactismo de la izquierda que sustituía la complejidad de los hechos y sus explicaciones por el simplismo y reduccionismo militante. A este aprendizaje le soy infinitamente deudor, y gracias a él sigo insistiendo en la necesidad de una educación con maximus academicus.
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http://elsalmonurbano.blogspot.com/2011/06/alirio-murillo-solo-digo-companeros.html

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