miércoles, 1 de junio de 2011

Argentina: Devoto: carta de un interno del CUD

Recibí la carta de un interno de Devoto que integra el CUD y que fue invitado en dos ocasiones a hablar en la Legislatura de la Ciudad, el 15 de diciembre de 2010 y el viernes pasado, 27 de mayo. En ambas ocasiones, pese a la orden judicial, los funcionarios del SPF de Devoto se las arreglaron para evitarlo. De allí que esta carta supla el discurso que hubiera dado, tal como lo hace saber el autor. Me parece interesante que se conozca lo que dice por lo que difundo la carta:
ACERCA DE LA NECESIDAD DE UNA LEY ORGÁNICA PARA EL SERVICIO PENITENCIARIO FEDERAL
El tipo se siente mal.

A la angustia implícita en la situación de encierro se le agregan un montón de dolores que no puede reconocer del todo, o mejor dicho, que no puede reconocer en absoluto.
Lleva poco menos de dos años encerrado, ya perdió casi toda relación con sus afectos previos.
Da unas vueltas sobre su dolor gira en espiral en elipse gira como puede alrededor de su angustia y se asoma al borde de su oscuridad particular cada vez que la almohada lo interpela.
Cada vez que el espejo se le ríe en la cara.
Entonces decide pedir ayuda y escribe una nota pidiendo un turno con la psicóloga con el psiquiatra.
El psiquiatra, por regla general, tiende a pensar que quien lo busca como paciente, en realidad está interesado en conseguir pastillas. En consecuencia, agiliza el trámite preguntándote antes que nada si tomabas alguna de ellas antes de ser detenido y, le contestes lo que le contestes, te surte de lo que haya en stock.
Generalmente Alplax o algo de ese orden.
No hablan con los pacientes casi nada más que lo referido a esto.
De cada entrevista ambos –paciente y médico- salen, sino conformes o satisfechos, al menos con el objetivo cumplido: El preso con sus bártulos, que si no le alivian la angustia al menos lo dejarán dormir gran parte de la noche durante un tiempo. El doctor penitenciario, con un renglón completado más en su cuadernillo de consultas.
La psicóloga tiene una rutina más complicada
Es más difícil conseguir turno con ella que con el psiquiatra. Estas entrevistas implican el intercambio de palabras, el diálogo. Algo mal visto en las instituciones que basan su sentido de ser en el control y la disciplina. Además, ella no puede hacer recetas; por tanto, no es tan funcional al orden de las cosas.
Así que el trabajo de la psicóloga se ve boicoteado desde el vamos por el mecanismo burocrático penitenciario en cuanto a la accesibilidad.
Además, la frecuencia de las entrevistas nunca es menor a la quincenal.
Hasta donde pude averiguar esto es así por decisión reglamentaria.
Después, las entrevistas (y aquí hablo de la cárcel de Villa Devoto solamente, hay lugares de condiciones peores aún) se desarrollan en un espacio digamos de cinco por cuatro metros, compartido con el oculista y sus pacientes, la asistente social y sus entrevistados, el criminólogo y sus entrevistados y, eventualmente, un guardián a la prudencial distancia de dos metros, equidistante de todos ellos.
Todo el mundo está escuchando a todo el mundo y por supuesto el único que registra sistemática y metódicamente lo importante de cada discurso es el guardián.
Tiene algo de panótico de los sonidos.
Es decir, en cuanto al ejercicio de la clínica psicoanalítica, la profesional debe soportar condiciones pésimas de trabajo.
Por otra parte está el asunto no menor de su incorporación a la institución penitenciaria en términos de escalafón y demás.
Como el SPF es una organización de tipo militar, los profesionales (psicólogas/os, médicos de cualquier especialidad, sociólogos, trabajadoras/es sociales, docentes de primaria, etc) no pueden sino verse atravesados por los modos de relación, los usos y las costumbres del cuartel.
Al mismo tiempo, al ser una institución con estructura piramidal ocupan un lugar dentro de ésta, siempre con alguien debajo y otro por sobre de ellos en términos de obediencia. Literalmente una cadena de mandos.
Así, la realidad muestra que muchas/os profesionales que comenzaron a trabajar en el Servicio Penitenciario Federal con la ilusión de modificar en algo ciertas condiciones de atención a los detenidos, de contención, de alivio a la angustia, en todo caso con las mejores intenciones, terminan o bien renunciando agotados por la frustración y la impotencia, o bien asimilados al sistema que, en su exquisita perversidad les brinda una de las más eficientes obras sociales, buenos sueldos, buenos horarios y la posibilidad de tener uno o más trabajos además de este.
No siempre los detenidos podemos ver más allá de lo manifiesto en esta cuestión. De allí que para muchos la psicóloga y el psiquiatra no sean distintos al uniformado que porta garrote y casco.
A veces los años de recorrer los pasillos del encierro, o el interés por lo subyacente en la mirada y el discurso de las personas o todo esto junto, nos permite entender –hasta donde nos permite nuestra angustia- que el de guardapolvo que tenemos enfrente no es menos infeliz que uno mismo y que a su manera, carga también con su oscuridad particular.
El ejemplo expuesto posiblemente sirva de muestra. Las condiciones de trabajo a las que están sometidos las y los profesionales de la salud mental en las cárceles son las mismas que sufren criminólogos, médicos, docentes, asistentes sociales y demás civiles incorporados a esta estructura corporativa que, en los pabellones, llamamos genéricamente “penales”.
Así, los médicos firman certificados de defunción que dictaminan paro cardiorespiratorio en casos de muertos apaleados.
Los psicólogos y psiquiatras certifican patologías terriblemente antisociales, que luego sentarán la base para el “perfil” que los criminólogos elaborarán.
Estos perfiles criminológicos, serán los que justificarán a los Jueces de Ejecución para negar los derechos que las personas detenidas reclamamos.
Otra de las características aberrantes de esta institución es su condición de auxiliares de la justicia en la investigación de presuntos delitos acaecidos intramuros. Esto significa que serán los encargados de investigarse a sí mismos en los casos, por ejemplo, de torturas o asesinatos.
Creo que se deberá recordar aquí que el SPF es la representación del Estado Argentino dentro de los muros. Esto significa que es el Estado quien, a la vista de los que sufrimos las prácticas a las que vengo haciendo referencia, asesina, oculta sus crímenes, y reproduce delincuencia generando las condiciones de posibilidad de reincidencia, y será por ello que muchas veces, las personas detenidas tendemos a pensar que hay todo un ejército de profesionales “al servicio del Servicio”, que se trata de una gran confabulación en contra de nuestros derechos fundamentales, que debe haber una gran mano negra y misteriosa manejando los hilos de nuestros destinos en una trama de corrupción institucional, para que recaigamos una y otra vez en la reincidencia.
Quizás sea así.
Sin embargo, yo prefiero pensar que lo que tenemos es una corporación que debe dejar de serlo. Una agencia hasta ahora indomable, cerrada y mafiosa que debe dejar de serlo.
Creo que este momento político del país, con los vientos de cambio que en materia de Derechos Humanos se sienten tanto desde el gobierno nacional como buena parte del espectro político partidario, es el adecuado para encarar una reforma profunda, democrática y definitiva que termine de una vez por todas con la impunidad y las prácticas antidemocráticas del Servicio Penitenciario Federal.
Para ello, se impone una Ley Orgánica que habilite la posibilidad real de cambiar de raíz los criterios de formación de sus agentes y el control permanente de la sociedad civil sobre la institución penitenciaria.
Señoras y señores panelistas, señoras y señores legisladores y asesores:
Agradezco a la Comisión de Derechos Humanos y Garantías de la Cámara de Diputados de la Nación la invitación a participar de este Seminario, con la que se me ha honrado.
El hecho que hoy mis palabras hayan debido ser leídas, obedece a una de las causas por las que resulta tan necesaria una normativa que regule el funcionamiento del SPF de acuerdo a un Estado de Derecho, a una democracia.
Es esta la segunda vez en pocos meses en que un cuerpo legislativo me honra con una invitación, y es también la segunda vez en que el Servicio Penitenciario Federal desobedece la resolución de un Tribunal de la Nación, que ha ordenado mi traslado el 15 de Diciembre de 2010 a la Legislatura de la Ciudad, y hoy a este recinto.
Afortunadamente, en cierta medida hemos podido burlar esta maniobra por este medio: la palabra escrita. Pero digo en cierta medida, para dar cuenta cabal de que, también en cierta medida, el SPF logra las más de las veces su objetivo de desobediencia y desprecio por el estado de derecho con una total impunidad.
En nombre propio, y en el de tantos compañeros que quisieran estar hoy aquí, les agradezco la consideración que pudieran otorgar a las razones expuestas.
Post Data:
Quiero aprovechar esta instancia para solicitar a las señoras y señores legisladores nacionales, consideren el pronto tratamiento en el Senado Nacional del proyecto de reforma a la Ley 24.660 en cuanto a MODIFICACIONES, SOBRE EDUCACION Y ESTIMULO EN ESTABLECIMIENTOS PENITENCIARIOS, que ese encuentra en este momento en las Comisiones de: Educación y Cultura, Justicia y Asuntos Penales, y Presupuesto y Hacienda.
Los fundamentos expresados en el mismo por sus autores me eximen de mayor comentario en cuanto a la conveniencia para todo el cuerpo social de la aprobación y promulgación de este Proyecto.
Una vez más, muchas gracias por su atención.
Rodolfo Rodríguez.
Centro Universitario Devoto.
Cárcel de Villa Devoto.
Viernes 27 de Mayo de 2011.
Horacio Cecchi
Fuente: Lo que quedó en el tintero

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