miércoles, 8 de junio de 2011

Cleptómano​s, rateros. Una queja más. La rebelión de los indignados​.

Cleptómanos, rateros…
Lilia Cisneros Luján
prensa@cocuac.org.mx
Para la minoría pensante denominada por el doctor Eduardo Dallal Castillo “clase media ilustrada”, que lee, indaga y escribe independientemente de los años de escuela que tenga acreditados, el hecho de que sea el robo, el delito que más se han incrementado en México, aun cuando el peso noticioso se incline por el homicidio y los horrores de la lucha entre traficantes –de todo: armas, droga, personas, mercancía, etc.–, es indudablemente un tema de reflexión, entre individuos y familias que, independientemente de las ocupaciones u oficios que desempeñan y del lugar que ocupan en la economía, están honestamente interesados en ser actores de un verdadero golpe de timón para abordar los problemas desde su causas, a fin de que los pobres, los carentes de educación, servicios de salud o de vivienda, puedan asumir la responsabilidad individual y colectiva de su solución, aprendiendo a pescar en vez de seguir estirando la mano para pedir pescados.

¿Será simple cleptomanía (impulso de apropiarse de lo ajeno derivado de un desorden mental, que impone la necesidad –inconsciente– de recuperar algunas pérdidas generalmente sufridas durante la infancia), el hecho de que alguien se lleve los zapatos, la toalla o el champú usados en el elegante club al que asiste la familia? ¿A dónde van a parar los suéteres, balones y juguetes que “se pierden” en las escuelas aun cuando sean privadas? ¿Por qué la mayoría de los empleados, se llevan a casa los lápices, hojas, bolígrafos, cuadernos, material de oficina y hasta insumos de limpieza? ¿Tiene idea el vulgo del porcentaje de pérdidas en hospitales, donde las gasas, vendas y suturas simplemente desparecen; la ropería –toallas, sábanas y batas se encuentran como trofeos en consultorios particulares– y el instrumental nuevo es cambiado por viejo, por residentes, estudiantes en servicio social, enfermeras y hasta médicos de renombre?
Sería bueno cuantificar el robo de intangibles como los que derivan de las ausencias y retrasos –“se enfermó mi abuelito, no había metro, me llamaron de la escuela de los hijos, se tardaron mucho en entregar los vales de despensa, útiles escolares o para madres solteras”– que no solo carecen de sanción sino hasta se prohíjan, por políticas basadas en un concepto de caridad y no de desarrollo y responsabilidad social.
En el año 2008 el Instituto Ciudadano de Estudios sobre Inseguridad, dio a conocer una encuesta nacional sobre este tema, por la cual se comprobó que en 1997 se cometían más homicidios dolosos –entonces eran 17 homicidios por cada 100 mil habitantes, y en el 2007 la cifra había bajado a 10–, en tanto que para la fecha del estudio el delito más cometido en México era el robo en sus diferentes modalidades señalando que en 2007, 11% de los mexicanos mayores de 18 años fueron víctimas de algún delito, y que de los robos, 42% ocurrieron en la calle o fueron asalto a transeúnte (sin considerar el 87 % de la cifra negra del delito, es decir lo que no se denuncia).
El hecho de que 53% por ciento de los padres de familia prohíban a sus hijos salir a la calle y que 48% de la población haya dejado de usar joyas, alhajas y objetos valiosos, tiene que ver más con el robo que con otros delitos y más allá de las variables entre regiones, este promedio se confirma cuando sumamos, el aumento del robo de arte sacro, el que sufren los consumidores en las gasolineras –según laProfeco esto representa un robo al usuario por 47 mil millones de pesos–, la pérdida de 4 mil millones de pesos para el sector asegurador por la sustracción de 80 mil vehículos, el robo de cable en las escuelas, el de coladeras en todas la ciudades, cámaras, teléfonos o videos a los turistas y hasta documentos –cheques, pagarés, etc.– sustraídos por empleados resentidos o de plano dedicados al fraude. Por el robo a camiones de carga que transportan materiales como extensiones, cableado, focos y apagadores, más contrabando y piratería, cerca del 26% de las ventas totales del sector eléctrico nacional se da en el mercado informal lo cual le cuesta México cuando menos 50 mil millones de dólares.
Quizá haya escuchado argumentos de justificación para la empleada doméstica que se lleva el aceite, los trapos de limpieza, el jabón, la crema del bebé o el resto de pollo que la jefa de familia, que duplica su tiempo de trabajo entre la oficina y la casa, pensaba utilizar en una sopa: “es que son indígenas y están acostumbradas a un vida comunitaria donde todo es de todos”. ¿De verdad se justifica este robo hormiga, por su ancestral genética indígena? ¿Eran nuestros pueblos originarios rateros por naturaleza? ¿Se “explica” así porque también la patrona alguna vez ha robado o sueña con hacerlo? ¿Se trata de cleptómanos o simples ladrones que tal vez pasaron mucho tiempo planeando su golpe, para satisfacer un deseo material, económico o social? Paso indiscutible que les llevará al profesionalismo o lo que pomposamente se denomina “crimen organizado”.
Para abrir la mente a la reflexión comparto parte del último artículo de Eduardo Dallal Castillo (eduardodallal.blogspot.com), renombrado médico y psicoanalista mexicano a quien recomiendo leer, pues luego de dar un amplio resumen de cómo éramos antes, durante y después de la “conquista” con fuertes anhelos de “ganancia inmediata o del asalto al poder, sin más ideología que destruir a los demás y buscar la ventaja en el corto plazo”. En dicho trabajo el médico que cito señala: “En este escenario, parece que no hay quien se dé cuenta de que la conducta colectiva sigue estando sujeta a patrones y modos que hablan de una sociedad prácticamente medieval, en la que los señores del poder y del dinero se mueven en un estrato superior del mundo, mientras la mayoría se topa con obstáculos de todas clases para sobrevivir, conformándose con asumir su lugar como mayoría pobre, explotada y sojuzgada que acusa a los poderosos de insensibles a su pobreza y a su dolor.”
Y sí, mientras la única visión sea la de programas –públicos o privados– en “contra de la pobreza” que en realidad son limosnas abiertas o disfrazadas –algunas por una filantropía engañosa que solo desea no pagar impuestos– la gente seguirá “robándose” entre sí, con la excusa de ser víctimas, con derecho a quitarle al que más tiene, al que me hizo enojar, al que me provoca envidia, al que es, en suma, más maduro, inteligente, trabajador, creativo y desarrollado que yo mismo.
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Una queja más
José Manuel Gómez Porchini
mailto:jmgomezporchini@gmail.com
http://www.mexicodebesaliradelante.blogspot.com/
Ayer, enclase, ya en confianza, les comenté a los alumnos, que tengo por sistema quejarme y hacer valer mis derechos cuando siento que no es válida la forma en que me tratan, en que me atienden, en que me proporcionan bienes o servicios.

Por supuesto, al fin estudiantes de derecho, empezaron las voces: yo también me quejo, yo no doy propina si no me atienden, yo armé una manifestación frente a la empresa esa y así, se multiplicaron las quejas.
Y esto es lo que hoy siento que es importante y que quiero compartir con usted. Tal vez, lo de menos sea el destinatario de la queja, lo importante es que cuando usted vea una cosa que está funcionando mal, lo externe, lo diga, lo avise. Así, tal vez lo atiendan y se corrija el problema, pero si no lo dice, si su sentir no llega a quien debe y sólo se guarda como más fuego en una caldera que de suyo ya está a punto de explotar, creo que es mejor quejarse.
Voy a bordo de un avión. La semana pasada, Aeroméxico me asignó un lugar en el que el asiento no se reclina y me quejé, pero poquito. Hoy, de nueva cuenta me asignan ese lugar, debe ser porque no tengo cara de magnate ni de revoltoso pero hoy sí reclamé y me cambiaron de lugar. La pregunta es: ¿se debe uno pelear siempre?
Claro, al llegar al aeropuerto de Monterrey, una terminal nueva sólo para Aeroméxico, busqué la forma de conectar mi computadora a un contacto eléctrico y lo logré, gracias a la benevolencia de un caritativo y atento empleado de mostrador del propio Aeroméxico. Lo cierto es que, a diferencia de cualquier otro aeropuerto, en la nueva terminal de Aeroméxico en Monterrey no existen contactos para el uso del público.
Claro, cuando me quejé, empezaron las voces: ¿no viajó en invierno? Esta terminal no tiene calefacción, me dijo un pasajero que también iba a abordar. Es un congelador, una nevera la mugre ésta. Así con ese desprecio, se refirió a lo que podría ser un portento de ingeniería, la nueva terminal aérea. Y claro, empezaron más voces. Señor, diga que aquí, en la planta de arriba, no hay baños, que se debe retornar lo andado para poder ir al baño. No quise creer que no hubiera baños pero resultó cierto.
Entonces pensé, ya ven que dice el dicho: piensa mal y acertarás, ¿cuánto habrá pagado el contratista porque le permitieran hacer una obra de ese tamaño, sin baños, sin enchufes, sin calefacción y sin muchos otros detalles más? ¿Es válido, como usuarios, permitir que cada día sean más caros los boletos de avión según por la cuota esa que cobra OMA o como se llame la empresa privada que regentea los aeropuertos para dar un servicio pésimo?
Y no paró ahí el problema. Se me acercó un pasajero y me dijo: ¿Ya se dio cuenta que los que revisan, los que hacen funciones de inspección y vigilancia a nombre del gobierno de México, son empleados de una empresa particular? No quise creerle… hasta que lo comprobé.
Me parece grave, gravísimo que la función pública por excelencia, la de instrumentar el control formal de la sociedad, se realice por conductos particulares. De seguir así, mañana podrán concesionar los juzgados, los ministerios públicos, los agentes de tránsito y todo tipo de autoridad. Ya lo hicieron en los aeropuertos con quienes están a cargo de la vigilancia de lo que entra y sale del país, de lo que sube a los aviones, de lo que se permite transportar… ¿qué sigue?
Vengo realmente espantado. No debería ser posible.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ESTIMADOS EMPRESARIOS PRIVADOS Y PUBLICOS:
Quizás ustedes conciliaron emplear laboralmente a los regenerados sociales para absolverlos de la delincuencia pero también deben remunerarlos equitativamente para evitar a la paradoja de la corrupción porque tenemos que salvar a nuestro mundo de la miseria y de la discriminación ajena además de que tenemos el derecho de regocijarnos con un trabajo laboral estable y privilegiado para nuestra idoneidad humana como también un desarrollo empresarial exitoso y fidedigno. Les encomiendo tal responsabilidad a ustedes como también solicito de que lo comuniquen a todas las redes mundiales de empresarios privados y públicos para exonerar a la corrupción laboral y social.

Atentamente:
Jorge Vinicio Santos Gonzalez,
Documento de identificación personal:
1999-01058-0101 Guatemala,
Ciudadano de Guatemala de la América Central.

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