viernes, 10 de junio de 2011

Contradicciones que abruman a los uruguayos - Carlos Santiago

Cuando el país transita el segundo año del gobierno de José Mujica diversos hechos siguen ensombreciendo una gestión que debería estar facilitada por transitar el período de crecimiento mayor de la historia de Uruguay.
Toda revolución se evapora
y deja atrás sólo el limo
de una nueva burocracia
Franz Kafka

Contradicciones que aparecen semana a semana y que, lamentablemente, están lesionando la imagen del propio Presidente de la República y qué, obviamente, cuestionan no solo su gobierno sino la vigencia de la experiencia frenteamplista timoneando los destinos del país.

Marchas adelante y retrocesos, llamados a licitación como el de la segunda terminal de contenedores en el puerto de Montevideo, su posterior suspensión y el cambio de planes, por el de crear una sucursal portuaria detrás del Cerro de Montevideo, en un lugar de discutible sustentabilidad económica. El dejar para una futura administración la concreción del puerto de aguas profundas que se construiría en Rocha, tema que se viene manejando desde tiempos inmemoriales.
La total parálisis en la construcción de viviendas, sin que se resuelvan ni siquiera situaciones ya planteadas como regularizaciones de complejos totalmente ocupados, como Verdisol, en que por la fuerza sin derechos de ningún tipo, sin pagar ni alquileres ni servicios, menos aún contribuciones e impuestos, grupos de personas se mantienen allí desde hace años. Mientras tanto hay miles de uruguayos, con derechos adquiridos, que no pueden acceder a la vivienda por mantenerse en el marco de la formalidad, viven en un desamparo absoluto...
Y podríamos seguir ingresando en los temas impositivos, por ejemplo, recordando que en el marco del período en que el gobierno había prometido rebajar el IVA en dos puntos, en cambio se quiere crear una nueva imposición poco clara con el fin de financiar las necesarias obras de infraestructura que, se dijo, que se apuntalarían con la ley de financiación pública privada. Pero hay más y más, en una especie de desorden poco claro en que la línea económica, defendida por el ministro Lorenzo y el vicepresidente Astori, es continuamente jaqueada por sectores de la propia coalición de gobierno qué, como en el pasado, juegan al grito tratando de imponer esquemas clásicos de la izquierda metidos todavía en un discurso en que aparece el lenguaje de la lucha de clases.
Y, qué pasará con otras máquinas de impedir que se oponen a cuanta inversión determine cambios en la bucólica vida de lugares remotos. El caso de la oposición al puente en la zona balnearia de Rocha es dramático. Y también preocupa a muchos lo que está ocurriendo con otro proyecto, el minero de Iratirí, qué quizás quede empantanado entre expedientes, informes y contradicciones.
Por ello ese desorden y la carencia de políticas ajustadas para lograr el desarrollo homogéneo del país, ha determinado que los ingresos obtenidos por el crecimiento exponencial de las exportaciones cuyos resultados van a sectores de la economía que, en general, han sido reacios en reinvertir en el desarrollo y la modernización de su actividad, casi nunca pudieron ser redirigidos hacia una mejoría de los niveles y la calidad de la producción transformadora de las materias primas que producimos en relativa abundancia.
Esta es una de las constantes históricas que tiene el Uruguay como resultado lamentable de ella aparecen repetidos los bajos niveles de inversión productiva, donde la industria al llegar en períodos a un tope su capacidad ociosa, ha tenido un párate que es otra de las caras del mismo fenómeno, sin que la inversión externa fuera del caso de Botnia (hoy UPM) haya aumentado de manera significativa, pese a que los cómputos de la CEPAL, haciendo una medición de lo ocurrido en el 2006 indique que la inversión extranjera directa, per cápita , de Uruguay ha sido la mayor del continente.
Lo que debemos reconocer es que estamos en el séptimo año de crecimiento sostenido, porque seguimos comercializando a buen ritmo nuestras materias primas sin transformar, lo que significa, que esos ingresos notables que se verifican en los cómputos del Banco Central y del Ministerio de Economía sirven de poco a la hora de modificar la problemática social, combatir el subdesarrollo, con sus consecuencias de miseria, retroceso cultural y violencia, que es el basamento para que muchos uruguayos que no se han podido insertar en la maquinaria de la producción todavía busquen en la trasgresión y la agresión a la sociedad el camino para una subsistencia sin sentido y menos sin futuro. Pero tampoco en la importante concreción de políticas anticíclicas, elemento que sería esencial para superar la indefectible crisis que sobrevendrá cuando las condiciones económicas internacionales se modifiquen, cambie la relación de los precios de las materias primas y quizás, también, se modifique el actual equilibrio monetario que valoriza nuestro peso y hace que los uruguayos tengamos la sensación de tener un alto poder adquisitivo en dólares.
Claro, ese bienestar uruguayo está cuestionado por preocupantes niveles de inflación verificados los últimos meses, que tienen varias causas y que el gobierno pretende acotar con medidas monetaristas aplicadas por el Banco Central, sacando de plaza por varios mecanismos el dinero que tiene en sus bolsillos la gente en razón de la mejoría de los salarios y del precio de la divisa norteamericana, fenómeno este último que fue el que provocó en los meses anteriores el ostensible crecimiento en la demanda y, por supuesto, la mejoría de la actividad.
El Banco Central ha tratado de influir significativamente en este sentido controlando la masa monetaria y, por lo tanto, afectando las tasas de interés a la alza, medidas que de acuerdo a la teoría económica reducen el crecimiento en la tasa monetaria, la que es una forma tradicional de combatir la inflación. Sin embargo, esa estrategia, en un país en donde el crédito no es una constante y todavía los empresarios y los particulares no recurren asiduamente a él, por temer consecuencias como las del pasado, el encarecer el costo del dinero parecería que es un contrasentido. Además porque el Estado nacional no se apea de ninguna de sus prerrogativas impositivas y siempre va montado sobre los precios, como la carga que impone en las tarifas publicas, lo que juega también un papel decisivo en todo el proceso.
Veremos lo que ocurre en las próximas semanas y si desde el gobierno surge alguna coordenada de orientación común o se mantienen las contradicciones y los antagonismos. Situación que está encubriendo la sorda puja por el ingreso por parte de trabajadores de la administración pública y los privados que, de obtener ese objetivo de mantenerse el actual proceso de suba de precios- seguramente lo dejarán por el camino cuando comiencen a pagar el empobrecedor impuesto inflacionario.
Los empresarios están tirando del otro extremo de la cuerda, pero tampoco sin entender de lo que se trata, cuales son las condiciones del mercado interno para el que trabajan y les da de comer. Deberían de dejar de soñar con grandes aperturas de mercados internacionales, las que no ocurrirán hasta que en casa no produzcan con niveles de alta calidad y competitividad. En esta etapa, en Uruguay, el crecimiento es para adentro y el logro está en los mayores precios no en el volumen de las materias primas que se exportan.
El gobierno tendría que arbitrar esta puja con habilidad y justicia, sabiendo que la piedra de toque para el futuro del país está en la Reforma del Estado que, de fracasar, condenará al país a una eterna mediocridad, la del permanente empleado público. Sin embargo de esta no se habla como si la madre de todas las reformas hubiera quedado sepultada de nuevo por la burocracia.
(*) Periodista.

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