domingo, 5 de junio de 2011

Mi último día con Santucho - Luis Mattini

Santucho
El 18 de julio de 1976 ,un domingo que precedio a lo que seria el nefasto lunes 19, estabamos reunidos el resto del Buro Politico del PRT, en el departamento del Gringo Mena, en un cuarto piso de la calle Venezuela, en Villa Martelli, frente al cruce del Acceso Norte con la Avenida General Paz: Mario Roberto Santucho, Domingo Mena, Benito Urteaga y yo.

Santucho se despedia.
Al dia siguiente, despues de la reunion de constitucion de la OLA (Organizacion para la Liberacion de Argentina, el muy original nombre que propuso Firmenich para la unidad entre PRT, Montoneros y Poder Obrero), saldria para La Habana. Ya le habian hecho algunos retoques para enmascarar su rostro, enrulado un tanto el pelo y con algun matizador que suavizaba su tono renegrido.
Pasajes y pasaportes, todo listo. Saldria mas o menos a las cinco de la tarde junto con Liliana. Los esperaba un intrincado itinerario hasta llegar a Cuba.
Se instalaria en La Habana mas o menos un par de años y cada dos meses viajaria uno de nosotros para mantener el vinculo directo con el Buro Politico. Benito Urteaga seria el titular interino del organismo durante su ausencia.
Santucho no iria, precisamente, de descanso. En Cuba estableceria un plan de actividades que abarcaba todo el globo terrestre, principalmente estrechando vinculos con el campo socialista y el tercer mundo. La mision fundamental era conseguir entrenamiento a nivel de oficiales para un centenar de cuadros del PRT-ERP
Aunque me resulte extraño ahora, al recordarlo, el ambiente en esa despedida era de gran optimismo. Creiamos que habiamos pasado lo peor, que habiamos aprendido mucho con los severos golpes recibidos. Entendiamos que la nueva politica del PRT de repliegue hacia el movimiento de masas, para consolidarse y estar en condiciones de dirigir la proxima ofensiva del movimiento popular, implicaba una enorme maduracion politica.
Ese domingo transcurria entre reunión formal del organismo y charlas informales entre amigos. Una picada, algunos brindis, recomendaciones y mas recomendaciones de Roby. Ante todo cuidar, la unidad del partido, el funcionamiento aceitado de sus organismos, la regularidad de la prensa, el incremento de la penetracion en el movimiento obrero y la dosificacion de las operaciones armadas, en hostigamiento permanente a la dictadura, pero sin arriesgar grandes fuerzas hasta tanto no empezara el nuevo auge de masas calculado en un par de años.
El crepúsculo está cayendo
Desde la semipenunbra de este cuarto piso, vemos el transito de la Panamericana, mientras mantenemos la que será,y lo ignoramos,, la ultima conversacion de este grupo.

El Gringo Menna ha salido, como siempre, como un ventarron. Benito prepara sus cosas canturreando tangos de la Rinaldi por lo bajo. Roby y yo quedamos hablando de su mision en La Habana, de Fidel, de Ochoa y de Piñeyro, de como tratar con cada uno de estos hombres claves en Cuba. Discutimos tambien la composicion del Buro Politico. Yo sostengo que el mejor cuadro para cubrir la vacante es Eduardo Merbilha (quien funciona como adscrito, sin ser miembro pleno). Roby insiste con Julio Oropel, un obrero de Cordoba, para mantener “el peso de clase”, que se ha debilitado mucho con las caidas.
Yo estaba participando ,¡y lo ignoraba en ese momento! de la ultima conversacion con Roby, el Comandante, el hombre a quien apenas seis años atras habia escuchado, por primera vez y enmascarado, en un departamento del Barrio Norte.
“… Julio Oropel”, “es importante el peso de clase, Luisito…”
Palabras mas, palabras menos ,hasta donde me es fiel la memoria, me revisitan cada tanto, al trasluz de ese crepusculo final de Villa Martelli.
Por la noche Benito y yo nos retiramos, conviniendo en que nos encontrariamos al dia siguiente, despues del mediodia, cuando se suponia terminada la entrevista de Santucho con Firmenich. Un encuentro breve, tan solo para informarnos del resultado de la reunion y darle a Roby el abrazo de despedida.
En el departamento quedaron Santucho, Liliana, Mena, su compañera Ani y el pequeño Ramiro, hijo de Mena. Un piso mas abajo vivia Eduardo Merbilha con su mujer y sus hijos.
En la casa no habia guardia y no mas armas que una pistola Browning de alza y mira especial, que los cubanos le habian regalado a Roby, las Browning comunes, que utilizabamos cada uno para autodefensa, y un pesado Magnum, orgullo del Gringo Mena, que manejaba a dos manos.
Al dia siguiente, 19 de julio de 1976, Santucho no salio de la casa como estaba previsto porque la reunion con Firmenich aborto. Enrique Gelhter, secretario de Santucho, fue a la cita previa con el delegado de los Montoneros y no aparecio nadie. Esas cosas solian suceder y no causo demasiada alarma.
A media mañana, segun parece, habria regresado Benito Urteaga con su pequeño hijo. Mientras tanto, los dueños de casa, el Gringo y Ani, continuaban con citas y otras actividades. En uno de esos encuentros habria sido detenido Mena, en la estacion Lisandro de la Torre, muy cerca de alli.
Entre las dos y la tres de la tarde de ese dia, salia yo de una de las casas de recambio para el Buro Politico ubicada en Martinez. Iba acompañado por Guillermo, con intencion de dejarlo en la Panamericana y dirigirme a la casa.
Me detuve en una estacion de servicio y llame al departamento de Mena dando mi santo y seña, para activar la señal de peligro, es decir la medida de precaucion que tomabamos siempre antes de ir a una casa. En este caso era el telefono y la palabra “Flores”.
Hola, habla Flores.
Del otro lado de la linea, una voz desconocida y muy suelta de cuerpo me respondio mas o menos asi:
¡Flores? ¿Que dice, Flores, como anda? Lo estamos esperando.
Por una de esas jugarretas de la mente, pense que los telefonos se habian ligado. Insisti un minuto mas y despues colgue porque teniamos la informacion de que la Policia Federal podia llegar a cualquier telefono en menos de diez minutos.
De inmediato instrui a Guillermo que suspendiera toda actividad y se concentrara a la espera de ordenes, y me dirigi a cambiar de central telefonica para volver a llamar.
Al acercarme a la Avenida General Paz por la Panamericana, mire hacia la ventana del cuarto piso y la vi totalmente abierta, con una luz encendida.
 No necesitaba mas.
Pero, de todos modos, busque otro telefono en el barrio de Saavedra.
Hola, habla Don Luis.
Y otra voz, también desconocida, me respondio. La catastrofe se confirmo.
Despues supimos que una patrulla del Ejercito, al mando del Capitan Leonetti, habia asaltado el departamento y que en el tiroteo murieron el propio capitan y cayeron heridos de muerte Benito Urteaga y Mario Roberto Santucho. Liliana Delfino, Domigo Mena y Liliana Lanciloto, su compañera, integran la larga lista de detenidos-desaparecidos. En otro extremo de la region, por la tarde, era secuestrado Enrique Gelther, tambien destinado a la nefasta lista.
Se me ha preguntado muchas veces que senti en ese momento. No me es posible responder. Mis sentimientos quedaron anulados, escondidos por la urgencia de la accion inmediata. Fue como si la artilleria enemiga hubiera hecho blanco en el Estado Mayor y las trinchera hubieran cedido.
Asumi el mando, automaticamente, y me dedique a cerrar las brechas.
Yo era un cerebro que pensaba y un cuerpo que actuaba.
La sensación de que el enemigo habia llegado tarde es el unico sentimiento que registro de aquellos dias subsiguientes, reorganizando la direccion con Eduardo Merbilha y otros compañeros. Asi lo escribi, incluso, en el primer editorial de nuestro periodico El Combatiente referido a los hechos: “El enemigo llego tarde con su golpe mortifero porque el Comandante Santucho habia logrado formar un cuerpo colectivo que era su herencia “. (cito de memoria).
Se que hoy pueden sonar grandilocuentes o pateticas estas palabras, pero entonces eran la expresion de un legitimo sentimiento consciente.
Y, si nos salimos de la vision lineal de “victoria” o “derrota” mas aun, “éxito” o “fracaso”, o de otros posibles desenlaces, no me equivocaba. Todos los demas dirigentes, y yo mismo, seguiamos siendo como he dicho en otra parte hombres y mujeres con mayores o menores talentos. Santucho seguia siendo diferente.
Desde luego, tambien como el, habiamos aprendido mucho y acumulado experiencia, y asi la distancia con Roby se habia ido diluyendo en un espiritu colectivo que lo excedia y que trascendia la época.
Se ha dicho mas de una vez que la ascendencia de Roby estaba dada porque el era la sintesis de la conciencia colectiva del PRT por encima de la diversidad de sus componentes.
Sin embargo, creo que aun siendo lo anteriormente dicho parte de la verdad es al menos insuficiente hablar solo de “conciencia”.
Porque Mario Roberto Santucho, el sucesor del Che en Argentina, mas que la conciencia, era la encarnacion del deseo, la pasion colectiva inconsciente que, por medio de una practica peculiar en este caso y por las circunstancias, la lucha armada pugnaba por transformarse en pensamiento consciente, en forma de conciencia social que demanda a cada generacion ser fiel a su epoca.

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