viernes, 12 de agosto de 2011

Chile: La Reconciliación es en las Calles

L. López
Durante mucho tiempo los políticos más avezados y sicofantes nos hablaron de reconciliación nacional. Con afectados gestos, con su prurito de palabreo, y con hombros dispuestos a cargar luego sus chaquetitas en pintorescas poses, desde la distancia, aquellos tipos de “actitud cristiana”, promovían la palabra “perdón”, aludiendo a la “patria”, a la “fraternidad”, a la “nación”, y a una sarta de refranes vacíos y pestilentes. Pareciera que para tal especie fuese posible reconciliarse a priori, separando en un acto titánico el alma del cuerpo, sin que fuese necesario tener a ese otro en frente como igual para tal reconciliación, siendo algo así como un espíritu trascendente, que cada uno supuestamente tiene y puja, quien se encarga de esas cosas.
Elgran problema que tenía su propuesta es principalmente en la elección de medios, por un lado, y en la selección implícita de los elementos que se suponen deben reconciliarse, por el otro. Lo primero: pensar en la reconciliación a través de un “acto a la distancia” y por medio de la lógica del perdón, con suerte sólo les funciona a ellos, quedando bajo la sospecha de ser un acto de hipocresía. Lo segundo: ¿Quiénes deben reconciliarse? ¿La izquierda con la derecha? Ellos piensan eso, identificándose a su vez con uno de los términos de esa alternativa, abogando por un modelo mixto, liberal, que concilie la estabilidad –interpretación nueva y oficial de la palabra izquierda, promulgada por Escalona hace unos años atrás en el gobierno de Bachellet, al punto de transformar el supuesto medio, en un absurdo fin- de instituciones públicas, con “la protección de la economía” –sinécdoque utilizada por Piñera recientemente para referirse a la economía capitalista como la única economía posible, y que simboliza el corazón de la derecha. Pero ¿son realmente estas imágenes las que deben reconciliarse? ¿He ahí la cicatriz que pervive en los chilenos de hoy?








La gente hoy está en las calles. ¿Y qué pasa en las calles? Pasan muchas cosas: marchas, consignas, enfrentamientos con carabineros, etc. pero hoy, por primera vez en la historia reciente del país, se está viviendo una profunda y real sintonía curativa, que nos está conectando, integrando, mostrando y embelleciendo a nosotros, los que verdaderamente han esperado la reconciliación. ¡Qué largo fue el tiempo en que existía el miedo del hombre concreto de mirarse a la cara! ¡Qué largo fue el tiempo en que la vergüenza por un pasado funesto, junto a la resaca antipática y colectiva que aquello generó (como si fuésemos el reflejo de una maldición), interrumpía los deseos de ser con los demás o la capacidad sentirse en público! Y es que “salir a lo público”, alienaba, desgarraba, reproducía en el imaginario social un saber intuitivo de un destino trágico. Pero hoy, por el recambio generacional y otras serie de variables más –la conciencia de las tremendas desigualdades con las que Chile se presenta al mundo, “por ejemplo”-, de una sociedad en donde reinaban la desconfianza, lo privado, el silencio, la culpa y la hipocresía, se está transitando a una sociedad en donde la buena onda, el respeto, la conciencia, el valor y el entendimiento, se están imponiendo. ¿Qué nacerá de esto, me pregunto?







En las calles las personas (no los políticos del binomial, cómodos con ser los mismos como ellos solos) se están conociendo, interactuando a un nivel más profundo: se visualiza el rostro nuevamente, su jovial y fresca humanidad. La gente comienza a sentirse parte de un mismo espacio, de una misma geografía: La ciudad tiene colores. Los edificios vértices, alturas. Las calles veredas. La cordillera sombreros luminosos. La “gente” corazón.







Reconciliación es primero reconocimiento. Y reconciliación social es en relación a las bases sociales concretas que existen hoy (los políticos oficiales de hoy no están reflejando los intereses de la gente de hoy, la crisis de representatividad es enorme). Las personas hoy de forma espontánea están confluyendo –los cacerolazos son un fenómeno particularmente notable-, reconstruyéndose como sujetos históricos. Sólo en la praxis es posible la “reconciliación”, en la expansión del ser que tiene la oportunidad de, conociendo al otro, conocerse a si mismo. La verdadera reconciliación resulta de la espontaneidad, del estar-siendo colectivamente, del cuerpo, de ser un río como señalaba Heráclito –qué son las marchas y las expresiones colectivas sino ríos humanos-; no del esfuerzo ni del discurso. La reconciliación está en las calles.
Por Len López
Fuente: El Ciudadano







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