sábado, 20 de agosto de 2011

El dogma religioso e ideológico, la búsqueda de poder y dinero, lleva a guerras y asesinatos

Pedro Echeverría V.

1. El mexicanito en España, que buscaba causar daño a jóvenes que protestaban contra la visita del Papa a ese país para congraciarse con su religión católica y sus creencias, me recuerda a León Toral y a la madre Conchita –que con una profunda fe- ejecutaron en 1928 al presidente mexicano electo Álvaro Obregón. La iglesia en México, que estaba en plena guerra cristera (1926-29) se puso alegre y justificó aquel atentado, los participantes del complot fueron juzgados por el gobierno, pero luego la iglesia los convirtió en mártires de la religión. La llamada Guerra Cristera se ha estudiado muy bien en el país, se han aportado muchísimos elementos para comprenderla, pero no deja de ser un enorme hecho histórico que se interpreta desde el lado ideológico. Los gobiernos de Calles y Obregón fueron muy corruptos y hasta jacobinos, pero el clero también usó a los fieles para recuperar los privilegios que perdió durante la Reforma y la Revolución
2. El joven mexicano mencionado tiene un problema de dogmatismo religioso o ideológico que suele transformarse en violento. Pero el dogmatismo, el pensamiento cerrado, es posible disfrazarlo pero no eliminarlo, menos donde todas las horas, los días y los años, te los repiten como una consigna: “cree en esto, cree en aquello, no puedes vivir sin creer porque no tendrás en donde sostenerte”. Es muy difícil pensar en que “puede que no tengamos la razón y la verdad, que estemos equivocados y que tengamos que investigar o leer más”. Lo contrario del dogmatismo (que cree saber y conocer todo) es el escepticismo que, por el contrario, duda de manera permanente porque cree que es muy difícil conocer en su profundidad las cosas. Pareciera que con el dogmático no se puede hablar y con el escéptico se puede aprender a pensar. Sin embargo hay “dogmas” que no son creencias, que son realidades: lucha de clases, revolución, pero parecen dogmas.
3. Las guerras y las matanzas en el mundo de los siglos 20 y 21, por lo menos, se han librado por el dogma del poder y del dinero. El capitalismo nos lo han enseñado en la escuela, pero mucho más en la vida real, que quien posee propiedades y capital domina; por el contrario, quien sólo cuenta con su cuerpo, sus brazos y piernas para vender, trabajar y producir, vale un carajo para los dueños del poder. Tener poder, propiedades y dinero es el dogma del capitalismo y, para conseguirlo, se hacen las guerras y los asesinatos. Pareciera que el dogma religioso de las distintas iglesias quedó en el feudalismo y, por tanto, ha sido superado por el dogma del poder y el dinero; sin embargo todo se ha amalgamado porque el Vaticano –desde hace siglos- se ha transformado en un Estado pletórico de riquezas materiales y de enorme poder; tuvo la capacidad para brincar de feudalismo al capitalismo conservando sus grandes privilegios.
4. Si no hubiese sido descubierto el caso de mexicanito su acción quizá hubiera coincido con la bárbara represión que el gobierno de Zapatero desató en Madrid contra los jóvenes indignados que llevan tres meses exigiendo al gobierno respeto y derechos. Los indignados son luchadores sociales laicos, muchos de ellos seguramente de cuna católica, pero que no se confunden con los fanáticos que ahora los acusan de “rojos” –como en el pasado se acusaba de comunista a cualquier movimiento de protesta- por el hecho de protestar contra los gastos millonarios en euros del presupuesto público para pagar la visita papal. ¿O alguien que no fuera católico podría autorizar que se dilapiden los dineros públicos para beneficiar a una religión que representa sólo una parte de la población? En las fuertes protestas que se registran en España no hay ningún asomo de anticatolicismo, sino sólo se exige que se haga un buen uso del presupuesto público que todos pagan.
5. La intervención y los buenos oficios del gobierno del presidente ilegítimo Calderón y del papado a favor del “heroico” mexicano evitarán cualquier castigo de parte del Estado español. Si el fallido atentado hubiese venido de la izquierda contra la visita papal los medios de información –encabezados por la televisión- estuvieran en estos momentos y durante semanas, exigiendo “castigo ejemplar”. Sin embargo en esta ocasión aparecerá como “un simple juego, una simple equivocación, como un momento de locura que no pasó a más”. “Pudieron morir muchos jóvenes Indignados, pero no murieron, así que no hay nada qué castigar”, dirán los papistas de México y de España. Lo importante es que cuando el Papa termine su visita los jóvenes españoles seguirán luchando en las calles emparejando con los jóvenes chilenos que no están dispuestos a doblegarse ante la represión brutal del poder.
http://pedroecheverriav.wordpress.com/


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