viernes, 19 de agosto de 2011

“NO SE NECESITA TENER LAS MANOS BLANCAS PARA SER MUJER”… DE PAZ .

Por María Llanos Montaña
Siempre es un aliento escuchar las voces de las mujeres, siempre acalladas, silenciadas, a veces sólo perceptibles como rumor, gemido o llanto, generalmente susurro.

Cuando la voz de las mujeres se levanta, más que para gritar al hijo o llamar al padre, suena no ya ligera y dulce sino bravía, pasionaria, jinete, combativa
Y esa voz seguramente llegará lejos, se oirá en la penumbra, en el mar, en las noches estrelladas. Pero siempre será la voz de la mujer que se alzó deseosa de ser escuchada.

Sin embargo, a mí me gusta más el silencio abrumador de las mujeres en combate, las que no gimen ni lloran necesariamente en la adversidad, a estas mujeres más bien se les suele escuchar cuando aúlla en el viento la selva.
Nadie las ve, nadie las escucha; pero gritan, levantan su voz todos los días a favor de los forajidos hombres que cabalgaron largas noches los andes con Bolívar, no pidiendo, exigiendo la libertad de un pueblo oprimido, explotado, empobrecido.
La voz de estas mujeres es el canto de vida del guerrero, su sonrisa llena cada espacio de la trinchera en la que combaten codo a codo, hombro a hombro. Son ellas las que sostienen el sol con sus metrallas.
Ellas también exigen, hace más de medio siglo, ser escuchadas. Todas marías, anas, alondras…Mujeres que combaten por la vida en medio de la muerte, inclusive a pesar de la suya propia.
Dan todo de sí y no asustan con gemidos de victimas, aunque lo son de este sistema barbárico que no les dio otra opción que combatir. Y combaten con dignidad, con tesón, con alegría.
Hoy escuchamos voces de mujeres que desde el otro lado de la orilla les piden, bueno, a sus hombres, guerreros incansables, nuevos… que muestren voluntad de paz, como si el combate cotidiano no fuera una exigencia de una vida digna que es la única que garantiza la paz.
Y aunque estas mujeres, tan dignas como nosotras, altivas y combativas en escenarios diversos de la vida pública o política, en medio de la guerra que libramos todos contra la opresión del capitalismo, no comprenden que las combatientes están exigiendo lo mismo, también trabajan por la vida y por los ideales de libertad que nos heredaran los hijos de la Patria Grande.
Son las mujeres de la paz, obligadas por el régimen a combatir por ella con las armas y las ideas. Aquí están de pie, con la frente en alto y seguras de que algún día, en esa esperanza que cultivamos las mujeres en medio de las adversidades, las cosas cambien para bien de todos, del pueblo, de la gente.
Luchan por la paz, contra el yugo de los opresores, de los que quieren vender nuestros cuerpos en las vitrinas elegantes de los centros comerciales, luchan por el derecho a estudiar, por el derecho a elegir el proyecto de vida y la forma de ser- mujer-no-consumo, luchan por el derecho a decidir cuántos hijos tener y con quién, sin vender su cuerpo al mejor postor como lo exige hoy el capitalismo.
Estas mujeres son más libres que las que todos los días sufren la agresión, el atropello, el descrédito y desconocimiento de esta sociedad miserable…
Y son la dignidad de un pueblo que se levantó a luchar por la justicia, la equidad y en pro de la vida; porque como dice el poeta León Gieco: "No se necesita, no se necesita, dice María, tener las manos blancas para ser mujer.”











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