lunes, 5 de septiembre de 2011

De héroes

Aquiles Colimoro Sarellano con dos niñas rescatadas. Foto: Manuel Ortiz



La tenía atada con una cadena. Era su dueño y era policía. Las mordidas formaban parte de su vida cotidiana. También los abusos. Se las prestaba a sus amigos. Todos tomaban y se divertían a su alrededor. Un día dejaron una botella de cerveza olvidada, la quebró y lo intentó; intentó suicidarse. Eso le salvo la vida
Se llama Patricia y es víctima de trata. Tenía 10 años cuando el hombre que la compró en el Distrito Federal la sometió a todo tipo de tormentos. Cuando llegó al refugio se bañaba con camiseta, algo que a las demás niñas les sorprendía. A los pocos días de llegar a la Casa de las Mercedes, un refugio ubicado en el centro neurálgico de la prostitución y la trata en México, el famoso mercado de La Merced, entró a la oficina de Aquiles Colimoro Sarellano y le dijo que le quería enseñar algo, pero que era necesario cerrar las ventanas

Estaba frente a él. Se giró y se quitó la camiseta. La espalda la tenía llena de cicatrices. Eran mordidas. No se las había hecho un perro. Se las hizo el hombre que la compró. Mordidas en la espalda. No eran las únicas. Se quitó su ropa interior y le mostró su vagina: “El individuo le cortó el clítoris de una mordida. También le fue cortando con unas tijeras, poco a poco, los labios de la vulva”.
El que habla es Aquiles Colimoro Sarellano, un héroe anónimo de esos que pueblan la tierra. Lleva una década rescatando niñas de las garras de los tratantes que en México son muchos. Ha estado amenazado de muerte y lo han perseguido los criminales que se benefician del segundo “negocio” más lucrativo en el mundo después del tráfico de drogas. Anualmente arroja 6 mil millones de dólares en ganancias.
Camino junto a él. Nos adentramos en el lumpen de La Merced. Los lenones nos siguen, nos vigilan. Más de 5 mil mujeres y mil 500 niñas son explotadas sexualmente en este mercado ubicado en pleno centro de la capital mexicana, según datos de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas para América Latina y el Caribe (Catwlac).
Aquiles entra en los moteluchos. En la mayoría hay niñas para venderlas a los clientes V.I.P. Las tienen escondidas. No están a la vista de todos. Hay una escena sórdida: una especie de desfile de mujeres que ofrecen sus servicios sexuales por apenas cien pesos (cinco euros). Los clientes las ven caminar en circulo.
Aquiles se hace pasar por cliente especial; aparenta ser un hombre honorable e importante con dinero, dispuesto a comprar la virginidad de una niñita. Hay tantos. La masculinidad mal entendida produce auténticas crueldades. ¿Qué tipo de hombres pueden hacer lo que le hicieron a Patricia y a tantas otras más?
Cuando lo dejan solo con ellas les cuenta sus verdaderas intenciones y las rescata. Su labor es complicada. A las niñas las cuidan lenonas generalmente. Son señoras que las arreglan, las visten y las alimentan; también las castigan y las maltratan. El empresario del negocio esta afuera de las habitaciones vigilando sus inversiones. Y en la calle el próspero comercio está custodiado por policías del Distrito Federal. Es una cadena de complicidades en donde todos llevan tajada a costa de las niñas.
Pero Aquiles está decidido a seguir rescatándolas. Hace honor a su nombre.
Es un guerrero de Troya. En el refugio todas ríen después de meses de terapia, después de padecer depresiones, insomnio, pesadillas, neurosis diversas. Hay tantas historias, todas terribles como la de Patricia. No es fácil recuperarse de un trauma de esa magnitud. Ellas son fuertes y quieren una vida distinta, desean empezar de nuevo.
Aquiles sostiene este refugio a base de donativos. A veces hay poca comida, pero siempre hay algo. Todos los días les coloca un brincolín afuera donde los rayos del sol alegran su existencia. Las niñas saltan y ríen. Aquiles las ve y disfruta también. Es un héroe, de esos héroes que pueblan la tierra sin que nos demos cuenta que existen.
Fuente: Tiempo de Mujeres

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