domingo, 4 de septiembre de 2011

El maö - Sara Sefchovich

.Elmal, dicen los filósofos actuales, no puede verse como si fuera la otra cara del bien ni como una privación o carencia. Pensar de esta manera nos remite a la vieja idea de que es posible eliminarlo, siendo que en realidad no es así.“Hacemos las cosas malas no en sí mismas, sino porque buscamos un bien para nosotros en ello”. Así lo admitió San Agustín en sus Confesiones cuando trató de explicar lo que lo llevó a robar unas peras: no era porque tuviera hambre sino por hacer el mal.El mal está en nosotros como parte de nuestra forma de ser. Y lo ejercemos porque sí, de la misma manera que ejercemos el bien.

Es, pues, lo que muchos pensadores definen como una “condición de realidad” del ser humano. No es algo anormal, ni una transgresión, sino algo entrañado en la existencia, que no se puede expulsar de ella.Esto es terrible, pero más vale reconocerlo que negarlo: la parte oscura existe y que tire la primera piedra el que no lo haya experimentado.Ahora bien, según Javier Prado Galán, “el mal toma hoy la forma de la crueldad”. Ésta, dice, citando una encuesta reciente, “se lleva las palmas en la clasificación de los pecados capitales contemporáneos: es el pecado capital por antonomasia”.Estoy de acuerdo.
Hoy la crueldad es inconmensurable. Este autor pone como ejemplo los feminicidios ocurridos en Ciudad Juárez. Pero me parece que falta mucho por agregar: sujetos que entran a un casino lleno de personas y sin más le prenden fuego; jóvenes que cuelgan a un perro de un asta porque les molestó que ese ser vivo se les acercara, o lo torturan despiadadamente porque sí; una anciana amarrada a su cama por la enfermera que se encarga de ella; un circo en el que tienen a los animales metidos en jaulas, a la intemperie, bajo el sol o la lluvia; un bebé de meses al que la cuidadora le pega cada vez que pasa junto a él; un empresario que compra servicios sexuales de niñas; un sujeto que le dispara a un camión escolar porque no le pudo ganar el paso… y suma y sigue.Los humanos somos así.
Nos creemos dioses con derecho a decidir “quién es digno de vivir o puede ser sacrificado”, como dijo el papa Benedicto en uno de sus discursos durante la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid.El problema, asegura Prado Galán, es que “al optar por lo malo, algunos se van apropiando de una posibilidad que finalmente se apodera de ellos: quedan materialmente poseídos y a la vez imposibilitados para volver al camino perdido”. Por eso es tan difícil, una vez que ya se han soltado, parar a los delincuentes, a los asesinos, a los ladrones, a los maridos y padres golpeadores, a los que maltratan animales.
Cuando se atrevieron la primera vez y vieron que no pasaba nada siguieron de frente. Ya no pueden ni quieren parar. Hacer el mal es como fumar, como beber, como consumir drogas: una adicción. Se convierte en una necesidad.Y, además de todo, hace escuela. ¿No es eso lo que van a aprender sus hermanos, sus hijos, sus amigos? Ya lo han dicho los sicólogos: hijo de golpeador, será padre golpeador. No sorprende entonces que, viviendo en medio de esta violencia, en una encuesta reciente aplicada por la Universidad Nacional Autónoma de México, los jóvenes de entre 15 y 17 años se manifestaron por la tortura y la pena de muerte para combatirla. No sorprende que haya, en la juventud entrevistada, una “inclinación por el combate a la violencia con la violencia”, porque lo que aprendimos es lo que repetimos y lo que enseñamos. Y para ellos ésa es la única realidad.
Que me perdone San Agustín, pero a veces uno se pregunta si existe el bien. Parecería ser sólo una meta imaginaria pero no algo real. Y es que cuando día tras día nos enteramos de que se hacen cosas tan atroces, no podemos sino dudarlo. Que me perdonen los budistas y el Dalai Lama, pero ¿no es acaso la compasión de la que ellos hablan una utopía imposible? ¿Sintieron compasión los asesinos por esas personas atrapadas entre el fuego y el humo, por esos perros que aullaban de dolor?Sin embargo, como según Prado Galán decía Plotino: aunque el mal está allí y es necesario, también es necesario combatirlo.
sarasef@prodigy.net.mx
http://www.sarasefchovich.com/
 Escritora e investigadora en la UNAM

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