miércoles, 28 de septiembre de 2011

Pobre presencia sindical en Estados Unidos. Algunos de los factores que la explican.

Por Lorenzo Gonzalo* / Foto Virgilio Ponce - Martianos - Hermes - Cubainformación.- La primera de los tres grandes automotores de Estados Unidos llegó a acuerdos con la Unión de Trabajadores Automotores. General Motor ha hecho su primer acuerdo, desde que comenzara la crisis económica desatada a raíz de las Guerras de Irak y Afganistán, instrumentadas en la era de George W. Bush y sostenida establemente aunque con menor intensidad, durante el gobierno de Barak Obama.

GM y su unidad de autopartes de Delphi Corp. eran las únicas empresas con las que UAW (United Auto Worker) no había logrado todavía un acuerdo, después que anunciara durante la tercera semana de setiembre, contratos tentativos con Ford Motor Co., la unidad Chrysler de DaimlerChrysler y el proveedor de autorpartes Visteon Corp.
Los sindicatos en Estados Unidos no se han destacado por una actividad protagónica semejante a los de Europa.
Realmente el desarrollo económico estadounidense no ha exigido acciones obreras como las ocurridas en aquel continente, principalmente porque el crecimiento de la economía en Estados Unidos, si bien no ha estado en lo absoluto ausente de abusos, violaciones y acciones explotadores de poderosos empresarios, no arrastró el lastre del feudalismo, ni de la nueva autoridad de personas que aparecieron en el escenario público casi de repente. Esos nuevos protagonistas fueron gente que, llevados por las avaricias nacidas al calor de un comercio que había crecido en breve tiempo a niveles geométricos, hicieron posible una ampliación de las representaciones del Poder en los siglos XV y XVI.
El proceso que llevó en Inglaterra a crear la llamada Cámara de los Comunes y Cámara de los Lores, se repitió de maneras diferentes en otras regiones del viejo continente, aunque cobró forma diáfana y pragmática al concluir la primera fase del desarrollo de un Estado de nuevo tipo, conformado por las Trece Colonias, la cual se inicia con el fin de la llamada Guerra de Independencia Americana.
Los Comunes no eran tan comunes. Más bien se trataba de aquella gente que resultó beneficiada con el surgimiento del comercio a gran escala, lo cual permitió a los más hábiles, capacitados o en algunos casos inescrupulosos, acumular riquezas y emprender acciones empresariales.
Los Lores eran los aristócratas, quienes arrastrados por las nuevas circunstancias tuvieron a que adaptarse a ellas. El crecimiento económico había otorgado presencia social a personas que históricamente habían vivido en condiciones de precariedad. A partir de esos cambios fueron integrados a las funciones del Estado británico. De ese modo se convirtieron en parte de la disolución sectorial ascendente, a la cual da lugar el proceso de desarrollo y el crecimiento productivo.
En Estados Unidos dicho proceso se realizó de manera diferente. Aquí la etapa feudal europea fue superada. Las direcciones sociales no fueron interrumpidas por aparecidos de última hora al calor de circunstancias especiales, favorecidos por el comercio o determinadas condiciones económicas excepcionales. El mismo se inicia a partir de personas que le arrancaron a la tierra su riqueza, cosechando, convirtiendo los montes en abastecedores madereros y de pieles, mientras los mares y ríos fueron transformados en vías de comunicación y, en menor escala, en fuentes pesqueras. Como vías de comunicación facilitaron el traslado de las mercancías y los recursos naturales que eran objeto del comercio en aquel entonces. También aquellos afluentes de agua, contribuyeron al movimiento de los nuevos inmigrantes que llegaban a las costas continentales, especialmente en la región central que va desde Louisiana hasta Michigan en los Grandes Lagos y hacia el Oeste de esa zona.
Los colonos que llegaron al Norte de América desarrollaron la economía partiendo de las experiencias europeas pero sin el lastre de sus aristocracias, ni la incomodidad de crear estructuras sociales de mando influenciadas por los privilegios heredados por estos, los cuales ya no se apoyaban en las realidades del diario quehacer.
Este desarrollo, pocas veces interrumpido por luchas sociales de gran envergadura, explica en parte la estabilidad del crecimiento económico del país, durante la etapa en que los resortes financieros y las desviaciones consumistas, carecían aún del arraigo estructural que eventualmente desencadenó la crisis que explotó en el año 2008.
En Estados Unidos, la economía se desenvolvió por cauces puramente evolutivos. Los enfrentamientos de clases que caracterizaron el proceso europeo, no fue un fenómeno igualmente concomitante al desarrollo estadounidense.
Europa estaba marcada por las rémoras feudales, con estratos y direcciones de mando que conformaron una aristocracia hereditaria de Poder. La dirección social entre los recién llegados fue conformada entre los iguales del momento, quedando desplazados aquellos contratados a priori y para quienes no significaba un gran problema la exclusión. En pocos años, a veces en menos de una década, esas personas alcanzaron también participar en los asuntos que eran competencia del conglomerado, en la medida que se afectaban si no lo hacían. Quienes no sentían presiones sociales semejantes, se dedicaron a sus faenas, desentendiéndose de la política.
Esta línea de desarrollo social ha hecho que los sindicatos estadounidenses, dentro de sus escasos protagonismos, hayan funcionado esencialmente, como representantes de aquellos cuyas funciones no son administrativas, coordinando con estos últimos, acciones beneficiosas para ambos.
Sin desconocer la acción de los poderosos que manejan grandes capitales y determinan para bien o para mal en esas actividades productivas, no es menos cierto que las concentraciones de recursos que han hecho posible el surgimiento de los gigantescos conglomerados productivos en Estados Unidos, ha convertido a ambos sectores en ciudadanos iguales con funciones diferentes.
Todos ellos, al margen de esas funciones, invierten en propiedades, en pequeños negocios y en acciones de otras empresas. Al final todos forman parte por igual del sistema económico, de aquí que no existan raíces profundas para un real enfrentamiento.
En otro sentido, pero mucho más significativo, es que las hambrunas europeas y los desplazamientos del campesinado de sus campos empobrecidos, hacia ciudades no preparadas sanitariamente, para recibir inmigración humana tan masiva, fue otra razón de los grande rozamientos sociales. Se sumó a esto la incorporación de esas personas a factoría que a penas comenzaban a desarrollar tecnologías apropiadas para hacer efectivo el resultado de sus esfuerzos. Esas brusquedades, la diferencia abismal entre unos y otros, las incomodidades habitacionales, alimentaron el choque inevitable y la formación de sindicatos y organizaciones de contenido clasista. En Estados Unidos, solamente Nueva York fue una de las pocas ciudades que vivió, en menor escala, situaciones parecidas.
Lo explicado es la realidad, aunque ésta en su devenir se distorsiona por los privilegios que el sistema jurídico otorga a quienes concentran en sus manos grandes capitales y reciben por ese concepto una autoridad que las realidades no sancionan.
Traspasar esa línea haría la diferencia entre un estado capitalista y uno socialista y conllevaría a la igualdad, dentro de las desigualdades circunstanciales. La verdadera discusión sobre el orden social actual en el mundo, no es lograr la igualdad económica, sino la igualdad de mando, con lo cual nos aproximaríamos a un mejor balance social. Este es el meollo del conflicto y su solución cambiaría la esencia del Estado una vez que el Poder político encuentre una forma, aceptada mayoritariamente, que permita alcanzar ese balance.
Trajimos a colación lo de la industria automotriz porque esta representa uno de los principales sectores de mayor empleo para trabajadores manuales, con una presencia sindical importante. Es de señalar que el grado de especialización técnica exigido por esa industria ha ido en aumento con el desarrollo de la tecnología. No se trata en la actualidad de los analfabetos que nutrieron las manufactureras en la era de la Revolución Industrial europea, ni de marginados sociales. Ya señalamos cómo sus integrantes laborales se distinguen fundamentalmente por sus funciones y cómo cada uno se integra al sistema de vida, repitiendo estilos y formas similares, en escala diferente. Al tratarse de una industria compuesta en el sentido más puro, por “trabajadores”, “administración” y “capital”, su ejemplo es más socorrido para un análisis del tema.
Las demás actividades económicas, entre ellas la terciaria, representando el 75% del PIB e igual porcentaje como fuente de empleo, poseen ingredientes laborales con otras características, disminuyendo aún más la necesidad de las funciones que suponen realizar los sindicatos.
Las actividades industriales, a diferencia de la terciaria, se caracterizan por la presencia de funciones laborales muy diferentes. En Estados Unidos, debido a los señalamientos que hemos hecho, los sindicatos no han tenido tanto un propósito de enfrentamiento, como la realización de gestiones coordinadoras de las diversas funciones que componen el proceso productivo.
El enfrentamiento existe de manera distinta y no responde a un odio de clase. La problemática existente es a nivel social, dentro del país en su conjunto, por la presencia de poderosos grupos de capital que tienen secuestrada la dirección general de la política, especialmente la exterior y los reclamos son de participación y no son orientados al desplazamiento de un grupo social para el beneficio exclusivo de otro.
Dentro de las industrias, los servicios y las finanzas, debido a sus niveles de concentración, la tendencia de las diversas funciones esta dirigida fundamentalmente a la coordinación.
*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en los EE.UU. y subdirector de Radio Miami
Fuente original: MARTIANOS-HERMES-CUBAINFORMACIÓN

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